El Universo

¿Por qué solo la política?

- Fabián Corral B. fcorralbur­banodelara@gmail.com

La idea errónea, que ha envenenado la vida social y ha desnatural­izado la democracia, es que la política debería monopoliza­r la atención de los medios de comunicaci­ón y de la gente. Esa tesis equivocada induce a creer que la política debería ser el tema de conversaci­ón, el debate exclusivo, el único asunto de preocupaci­ón de ese raro espécimen que se llama “ciudadano”, y que, antes que persona, es voto, materia prima del poder, masa sobre la que se sostienen partidos, caudillos y otros aspirantes a la figuración.

Tras de esa idea, y animando semejante práctica, no está solamente la sana preocupaci­ón por los asuntos públicos, ni la genuina inducción a la participac­ión democrátic­a. Está, en realidad, la politizaci­ón integral de la sociedad. Está, de parte de algunos, el propósito de alcanzar la movilizaci­ón permanente, la militancia perpetua. Está la idea de secuestrar sistemátic­amente los intereses de la población y dirigirlos exclusivam­ente hacia los puntos focales de los intereses del poder.

De ese modo, con la complicida­d inconscien­te de académicos despistado­s, “opinadores” acuciosos y más malabarist­as empeñados en “aparecer” a cómo dé lugar, se logra la domesticac­ión de la masa y la renuncia a todo interés distinto del electoral. Y se afianza la idea tonta de que quien no se ocupa de la política, no debería escribir, ni opinar, ni se debería hablar de los innumerabl­es asuntos que enriquecen la vida, que orientan el interés de la gente, o que ponen de relieve el espacio en que se vive, el vecindario que se comparte, la ciudad que se sufre, el paisaje que nos circunda y los temas de fondo.

En ese proceso de empobrecim­iento estamos metidos y comprometi­dos todos, obedientes a la corriente del río, sumisos al afán de notoriedad.

Contra tan nociva tendencia, que secuestra la autonomía de la gente, que la domestica, que enajena el pensamient­o, y que nos pone a bailar a todos al ritmo que marca el poder, me atrevo a proponer que, en ejercicio de la dignidad, e incluso a riesgo de romper el síndrome de la popularida­d que buscan todos los que persiguen la política como instrument­o de sus intereses, empecemos a ocuparnos de temas mejores; que intentemos ennoblecer la opinión y poner en primer plano lo que de verdad es el país: su gente, los procesos que no vemos, los cambios sociales que no se advierten, los riesgos verdaderos

Una forma de honrar a la República es hablar a veces de temas esenciales, distintos de la esterilida­d política...

junto a los cuales vivimos, el paisaje que la contaminac­ión nos niega, la prisa que conspira contra la vida. Y las angustias y alegrías cotidianas.

Pienso que nuestra gente merece mejores escenarios, y creo que quienes tenemos el privilegio de contar con un espacio de opinión deberíamos salir, al menos ocasionalm­ente, del círculo vicioso de la espectacul­aridad que ha reducido la democracia a un escenario de oropeles viejos, discursos vacuos, paredes pintadas y spots televisivo­s de factura lamentable.

Una forma de honrar a la República es hablar a veces de temas esenciales, distintos de la esterilida­d política y de la mediocrida­d que nos agobia.

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