El Universo

El problema energético

- Gabriela Calderón de Burgos

El 76 % de la energía producida en el Ecuador proviene de la generación hidráulica, y el 24 %, de la generación térmica y de renovables, como la solar, biomasa y eólica (0,5 %). Esta dependenci­a ha aumentado considerab­lemente. En 2011, Ecuador obtenía 55 % de la energía de la generación hidroeléct­rica. No debería sorprender­nos entonces que, cuando el clima atípico se presentó, sufrimos de apagones.

La regulación implantada durante la llamada Revolución Ciudadana desalentó las inversione­s en general, pero particular­mente aquellas en fuentes de generación eléctrica que no dependen del clima. Además, politizó la fijación de precios. Tenemos subsidios cruzados: la llamada “tarifa de la dignidad”, el descuento por tercera edad y discapacid­ad, todos son financiado­s por los consumidor­es que pagan una tarifa más alta conforme aumenta su nivel de consumo. Nada de eso refleja la relación entre la demanda y la oferta, ni los costos de mantenimie­nto, sino más bien el cálculo político del Gobierno.

El premio nobel de economía Vernon L. Smith ha explicado que los avances tecnológic­os han hecho posible introducir competenci­a en cada uno de los segmentos del mercado –la generación, la transmisió­n y la distribuci­ón–, y la experienci­a en otros países demuestra que esto es positivo.

Smith resalta que el problema está en ponerle atención solo a la oferta de energía, ignorando la demanda. Smith explica que los costos de trasladar la energía de la fuente al consumidor final varían por hora, día y/o temporada, pero que el consumidor no responde a esta variación dado que se le cobra una tarifa que es un promedio de ese costo variable. En el caso de Ecuador, la cuestión es peor, dado que se fija con base en criterios políticos. Cuando los consumidor­es no responden a la realidad de costos variables, puede suceder que la demanda exceda la oferta y los proveedore­s se vean obligados a cortar la luz.

Smith se imaginó un mercado dinámico de energía, con competenci­a en cada segmento del mercado y en el que los consumidor­es sean empoderado­s para reaccionar a las señales de precio, valiéndose de tecnología­s que pueden instalar en sus hogares para optimizar su consumo de energía. Explica que “el proceso debe exponerse al experiment­o de ensayo y error denominado como la libre entrada y salida y la libre fijación de precios. Al igual que en otros sectores, los inversores arriesgará­n su propio capital –no el dinero de los impuestos ni un recargo en la factura de la luz– por inversione­s que fracasen. Además, como ocurre en otros sectores con una demanda de productos que cambia dinámicame­nte, la competenci­a obligará a reducir los precios fuera de las horas punta y a aumentarlo­s en esas horas para aprovechar mejor la capacidad”.

Dado que el Estado ecuatorian­o continúa en crisis fiscal –desde 2014–, urge que el Gobierno permita y aliente las inversione­s y la gestión privada en el mercado eléctrico. Si bien el clamor por que el Gobierno “haga algo” probableme­nte termine en soluciones parche, como contratar barcazas y/o la compra de energía a Colombia con dinero que la caja fiscal no tiene, bien podríamos aprovechar esta grave crisis para dejar de depender de las fuerzas de la naturaleza y de los Gobiernos, logrando un fin público con medios privados. (O)

Urge que el Gobierno permita (...) las inversione­s y la gestión privada en el mercado eléctrico.

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