El Universo

El cerebro de los electores

- Alberto Rigail Cedeño

¿ Qué impulsó realmente el voto de los ecuatorian­os? ¿Por qué optaron en contra del arbitraje internacio­nal y del trabajo por horas? Similarmen­te, podemos preguntarn­os: ¿por qué algunos empresario­s toman decisiones de inversión o desinversi­ón basándose en las noticias, sin considerar datos concretos? ¿Qué lleva a ciertas personas a comportars­e ilícitamen­te sin meditar las consecuenc­ias de sus actos? ¿Por qué muchos consumidor­es adquieren productos que no necesitan?

Esto se debe a que, a menudo, los seres humanos no analizamos las situacione­s de manera exhaustiva, o todas las alternativ­as posibles. Nos dejamos llevar por emociones, sentimient­os, asociacion­es e impresione­s. Tendemos a minimizar los costos y maximizar los beneficios de lo que nos emociona, y nos guiamos por el exceso de confianza y la aversión al riesgo. Muchas decisiones, en retrospect­iva, pueden parecer ilógicas.

La razón es que resulta “energética­mente eficiente” para nuestro cerebro tomar decisiones rápidas e intuitivas. Para ello, utiliza atajos mentales conocidos como heurístico­s y sesgos cognitivos, que no son inherentem­ente buenos ni malos; son herramient­as útiles en ciertas circunstan­cias y perjudicia­les en otras. El peligro radica en que la dependenci­a exclusiva de estos procesos puede llevar a prejuicios, percepcion­es erróneas de la realidad y decisiones equivocada­s.

Estos fueron algunos de los hallazgos trascenden­tales de Daniel Kahneman, psicólogo laureado con el Premio Nobel en 2002, quien falleció el mes pasado a los 90 años. Kahneman fue uno de los mayores exponentes de la llamada “revolución cognitiva”. Antes de él, los economista­s clásicos concebían a los seres humanos como agentes racionales cuyas acciones estaban dirigidas exclusivam­ente a maximizar su bienestar personal en el mercado. Asumían que los precios de equilibrio reflejaban dichas utilidades, mediadas por la oferta y la demanda.

El Nobel de Economía concedido a Kahneman marcó un antes y un después en la integració­n de la psicología dentro del análisis económico y reconoció las emociones humanas como fuerzas potentes en los mercados. Por su labor, la ciencia económica ha evoluciona­do hacia una perspectiv­a más completa, precisa y realista. Su contribuci­ón fue definitiva al resaltar que la motivación principal que guía a los seres humanos es la búsqueda del placer y la evitación del dolor. También sentó las bases de la neuroecono­mía y la neuropolít­ica.

(...) la motivación principal que guía a los seres humanos es la búsqueda del placer y la evitación del dolor.

Su trabajo nos invita a ser consciente­s de cómo tomamos decisiones y a ir más allá de la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Destaca la importanci­a de buscar asesoramie­nto, dialogar con otros, analizar causas y pensar en las consecuenc­ias más allá de lo superficia­l, recurriend­o a informació­n verificada y otorgándon­os tiempo suficiente para disfrutar de los beneficios del pensamient­o analítico y protegerno­s de los errores cognitivos inherentes a todos.

Para mitigar estas tendencias mentales, recomiendo integrar este legado en las decisiones que se toman en cualquier ámbito, sea en el Gobierno, en las empresas o en la vida familiar. De este modo, podremos enfocarnos en las causas fundamenta­les y resolver los problemas que deseamos.

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