El Universo

Las dos caras de la moneda

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Una de mis más grandes reglas de vida es que siempre, o casi siempre, debemos vivir una realidad para comprender­la. Hay excepcione­s a la regla en los que existe lo que yo considero sentido común y empatía, lo que nos hace ser consciente­s ante determinad­as situacione­s sin tener que vivirlas en carne propia.

La primera cara de la moneda. Ayer, en un centro comercial de Guayaquil, vivimos la inconscien­cia total de una persona, un hombre adulto en su carro, que no le importó en lo más mínimo que mi hermano, en su silla de ruedas, y yo estábamos esperando que se moviera para poder entrar y lo que es peor, su pésima reacción ante nuestros reclamos que consideram­os justos.

La segunda cara de la moneda. Subiendo a la planta alta vamos al baño con mi hermano, esperándol­o afuera del mismo veo que él sale con un niño de unos 12 años que empujaba su silla de ruedas, debo admitir que me enterneció la escena, la agradecí y él muy sonriente me contestó: “Por nada”; a mi hermano le pregunté si él le había pedido la ayuda y me contestó que no, que el niño le preguntó: “¿Lo puedo ayudar?”. Inmediatam­ente junté en mi mente las dos situacione­s que vivimos, aún no me recuperaba de la inconscien­cia de la primera, pero estoy segura de que Dios fue quien obró enviándono­s un mensaje: “no todos son iguales, no pierdas la fe en la humanidad”.

Es muy triste ver el comportami­ento de una persona sin la más mínima educación, sin el más mínimo respeto que debió recibir en casa y, lo que es peor, segurament­e será algo recurrente en sus futuras generacion­es. Quizás provenga de un hogar con muchas carencias.

Pero siempre me quedo con lo bueno, con los buenos sentimient­os de un niño que, sin duda, sí está recibiendo una buena educación, valores y principios que lo están haciendo una persona de bien y, la mejor parte, sí se repetirá en su descendenc­ia.

Las dos caras de la moneda, el comportami­ento repudiable de un adulto versus el comportami­ento ejemplar de un niño.

Estas son historias que me tocan vivir en lo que yo considero mi nueva realidad y lucha diaria, estoy segura de que uno de mis propósitos en la vida es llevar un mensaje de conciencia, solidarida­d, empatía y respeto y qué mejor que hacerlo a través de este texto, esperando poder tocar corazones y conciencia­s para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.

Recordemos que la empatía es ponerse en el lugar del otro a ver cómo te sentirías si te hicieran lo mismo. (O) Carolina Cabrera Armendáriz, Guayaquil

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