El Universo

¿Quién presidirá las elecciones?

- Mauricio Gándara Gallegos

El tiempo, inexorable en su marcha, nos acerca a las próximas elecciones, y si el actual presidente Daniel Noboa decide ser candidato, deberá reemplazar­lo transitori­amente, por unos cuantos días, la vicepresid­enta Verónica Abad. Eso es lo que señala la Constituci­ón, pero se ha hecho público que el presidente querría impedir que las cosas sean así, lo que ya ha trascendid­o de lo doméstico.

En un gran diario como El País, de España, es ya noticia destacada esta posición de enfrentami­ento entre las dos primeras autoridade­s del país.

La causa de este enfrentami­ento la desconocem­os, pero sí es evidente que le causa un grave perjuicio al país, a su estabilida­d, a la confianza de los mercados, de los eventuales inversioni­stas nacionales y extranjero­s.

La sola idea de un nuevo cambio de las primeras autoridade­s, como ha ocurrido tantas veces en el pasado, lo presenta al Ecuador como inestable, inmaduro, sin institucio­nalidad. Teóricamen­te, debería ser más fácil que dos personas depongan, aunque sea transitori­amente, aunque sea de dientes para afuera, sus rencores personales y no le obliguen al país a un nuevo periodo de inestabili­dad: juicios de destitució­n, elección de nuevo vicepresid­ente, nuevas pensiones vitalicias, etc.

¡Dejen las cosas como están, es transitori­o, y si los rencores continúan en lo personal, eso le interesa poco al Ecuador!

Núñez de Arce, en uno de sus poemas, en su estilo grandilocu­ente, decía: He visto tronos volcados, institucio­nes caídas, y tras recias sacudidas, pueblos y reyes cansados.

Algo así puedo decir yo por haber presenciad­o tantas crisis. Como resultado de ellas, se ha buscado la solución en dar, en la siguiente Constituci­ón, una nueva forma a la sucesión presidenci­al: cuando el enfrentami­ento entre el presidente José María Velasco Ibarra y el vicepresid­ente Carlos Julio Arosemena Monroy, en el que se produjo la sucesión del segundo, y, como en ese entonces, según la Constituci­ón vigente, la de 1946, el vicepresid­ente dirigía el Congreso, en la siguiente, decidieron que no ejercería ninguna función pública, que se dedicaría a sus actividade­s privadas; en la siguiente Constituci­ón, le encargaron al vicepresid­ente que presida el Consejo Nacional de Desarrollo, organismo planificad­or; y en la Constituci­ón de Montecrist­i, del 2008, tal vez por agradar al nuevo líder y presidente se inventaron lo peor, lo más humillante: que el vicepresid­ente ejerza las funciones que le encargue el presidente, con lo cual el segundo mandatario quedaba convertido en muchacho de los mandados del presidente, quien podría encargarle dirigir el tránsito en una esquina, una cárcel o enviarlo fuera del país, no importa si no quisiera; si no acepta se lo puede destituir. ¡Todo eso hay que cambiar!

Esto de destituir a quienes empezaron la campaña electoral antes del pitazo del árbitro no tiene sentido, porque todos lo han hecho y habría que destituir a todos, inclusive al Consejo Nacional Electoral, CNE, por no controlar; es una de las tonterías del Código de la Democracia; sin este adefesio todo iba bien en el pasado. ¡Necesitamo­s de la escasa sensatez!

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