EL SACRIFICIO DEL CIERVO SAGRADO E
sta es una película surrealista, inquietante, asombrosa, tenebrosa y con visos de tragedia griega, cine valioso pero extraño y - decididamente- no para todo público. El griego Yórgos Lánthimos, director y guionista ( en unión de Efthymis Lánthimos) de El sacrificio del ciervo sagrado, no es un cineasta fácil de seguir y si no vieron Langosta ( 2015) van a quedar algo confundidos, aunque el largometraje deje bien en claro que es una historia de venganza, de soledad y aislamiento. Una cinta que empieza tranquilamente, donde nada de lo que aparenta ser en sus primeras secuencias termina siendo lo que parece. Y al filme lo verán con la impaciencia que genera una persona al inflar un globo que aumenta su volumen hasta quedar a punto de estallar.
Abre con una operación quirúrgica impactante, de extre- mados minutos enmarcados en sangre, que encuentra simbolismo en la salsa de tomate que cubren órdenes de papas fritas y tallarines, algo verdaderamente extraño. La música surge estridente pero sirve para marcar el ritmo de las emociones.
Las actuaciones de sus intérpretes son encomiables, especialmente las de Nicole Kidman y Barry Keoghan. Ella asombra en todas sus escenas: amante fiel o infiel, pacífica o temeraria, tranquila o violenta. Keoghan es sórdido y manipulativo, cruel y acomedido. Farrell está bien, aunque a veces sus diálogos son emitidos como si fuese un robot y aunque eso sea lo que obliga su rol, a veces cae en la monoto- nía. Los intérpretes juveniles cumplen su misión.
Descuella la dirección artística, llena de espacios y corredores blancos, de pisos lustrosos y sótanos descuidados, de mansiones y departamentos de clase baja. Por otro lado, sorprende que su argumento a veces suene como un eco de Pacto Siniestro ( 1951).
El final los dejará con un gran interrogante, ese es el estilo de su director: quiere que el público saque sus propias conclusiones y usted tendrá que hacerlo.
NOTA AL MARGEN: Este filme ganó la Palma de Oro al mejor guion, hecho realizado en el Festival de Cannes correspondiente al 2017.
Steven Murphy ( Colin Farrell) es un eminente cirujano cardiovascular casado con Anna ( Nicole Kidman), respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos: Kim ( Raffey Cassidy) y Bob ( Sunny Suljic). Steve tiene una extraña amistad con Martin ( Barry Keogahn), muchacho de 16 años huérfano de padre y al cual trató de salvar luego de sufrir este un accidente vehicular, por ello ha decidido protegerlo. Pero ciertos acontecimientos dan un giro siniestro a sus vidas.