JOHNNY ENGLISH 3.0
En el 2003 y en el 2011, el comediante inglés Rowan Atkinson tomó la personalidad de Johnny English para filmar dos cintas que recaudaron 320 millones de dólares. Ahora, siete años más tarde, vuelve a las andadas con un largometraje que muestra un guion carente de originalidad y una dirección (David Kerr) contradictoria, carente de regocijo.
Los elementos están allí: un polvoso revólver, un antiguo y rojo Aston Martin, mujeres sensuales y un peligro en constante ebullición. Pero Atkinson no logra que el espectador se entusiasme con esta parodia ‘jamesbondiana’, pues todos lo asociarán con su extraordinariamente popular Mr. Bean, tanto en sus cortometrajes, filmes o dibujos animados que disfruta la muchachada; esto hace que la astracanada quede ubicada en esa etapa del crecimiento humano.
Los ojos saltones del actor ayudan a su caracterización, al igual que su manifiesta ineptitud, mezcla del Agente 86 y el inspector Closeau (La pantera rosa), las que harán esbozar sonrisas y una que otra carcajada, no las esperadas.
La falla se debe, indiscutiblemente, a la pobreza del guion, pues el diálogo no es chistoso y todo queda en manos de la comicidad física de Atkinson, de
su rostro elástico y la inconsciencia que siempre otorga a sus personajes, aunque él sienta que es un héroe.
Por ello repito: el libreto se ha limitado -una y otra vez- a repetir momentos o situaciones ya conocidas.
No obstante, hay secuencias algo risibles: la que sucede en Escocia y su pelea llevando una armadura, en el yate que transporta a la espía rusa, probar un instrumento que lo hará rastrear como si fuese un perro y la utilización de unas botas magnéticas que le causarán situaciones inesperadas.