MATAR O MORIR
He aquí un filme lleno de acción, salvajismo, violencia y ausencia total de credibilidad y sutileza, donde la primera parte surge con relativa lentitud para imponer luego buen ritmo, aunque haya desperdiciado muchos minutos al comenzarlo. El francés Pierre Morel no disimula su intención de entretener y lo hace a cada instante con este thriller complicado que pudo ser mejor, aunque la trama sea convencional, sugestiva y cuya música ambiental y banda sonora resultan efectivas.
El guion cae sobre las autoridades corruptas que enarbola el largometraje, donde la droga y sus secuaces gozan, según la trama, del padrinazgo de quienes deben impartir justicia. Sobresale el montaje de las escenas de acción, donde la coreografía, fotografía y movimientos de cámara están bien orquestados, especialmente con la escena inicial, la del tejado en Los Ángeles desde el cual se observa la acción que ocurre dentro de un vehículo.
Jennifer Garner, en el papel de la vengativa Riley, es lo mejor de la cinta. Es ella la que rescata al filme e impone el interés que pueda tener el espectador en Matar o morir. Su rol trae a la memoria su personaje en la serie de televisión Alias (2001) y deja bien en claro lo grande que puede ser en películas de este género, pero mejor concebidas. Es ella la que establece la conexión emocional entre los espectadores y su personaje. Es, como dice la revista Diversión Semanal: “oro puro”.
El reparto de actores secundarios no está a la altura necesitada y ese es un inconveniente más al desarrollo y aceptación de la película.
El final puede crear discusiones, pero deja bien claro que una secuela se aproxima. Más aún si se considera que la filmación costó 25 millones de dólares y lleva recaudado 47,5 millones. ★★1/2