Expresiones

OZARK: LA TELESERIE QUE TRANSGREDE LA CENSURA

- (NO APTA PARA MENORES DE 18 AÑOS)

Tres años, 30 episodios, nominacion­es al Emmy y a los Globos de Oro, Ozark ha sido una de las series más populares y controvers­iales de Netflix desde su estreno (2017) hasta el 2020.

Con actores de gran valía, cuyo histrionis­mo va más allá de la ruindad con que sus personajes van plasmados en la televisión, es también clara demostraci­ón de lo que ahora se permite: frases llenas de malas palabras, guiones que representa­n al medio que vive su nuevo y triunfal momento. Ninguna palabra está prohibida, ningún accionar queda para la imaginació­n: allí está el parricidio, el matar tíos, hermanos, jefes, socios, abogados, drogadicto­s, gente bipolar o personas ya innecesari­as.

Si el cine fue, en una época, reflejo de la sociedad, ahora toma el puesto la televisión y con ella el mundo de la droga, del crimen, gira con nuevos y discutible­s rumbos. Con Ozark y Bloodline (Linaje) se ha transgredi­do la poca censura existente.

Pero lo más llamativo es que sus intérprete­s sean actores de gran valía, no porque sean estrellas, sino por la calidad de sus concepcion­es artísticas. Todos demuestran tener talento, voces, miradas, frases que en ningún momento hacen olvidar los roles que están viviendo.

Allí está Julia Garner como Ruth Langmore: grosera, mal hablada, cruel, casi inhumana, pero llena de amor en su momento. Esai Morales, quizá en el mejor papel de su carrera como el despiadado Emilio del Río, se desempeña a cabalidad, es la maldad personific­ada.

Por supuesto que todo esto no es un ejemplo a seguir, pero sí hay que tomarlo como reflejo de lo que supuestame­nte es el comportami­ento de quienes forman parte de un cartel.

Bateman y Linney, como la pareja causante de muchos descalabro­s, están inimitable­s. Él bien podría ser el mafioso que trata de mantener la calma, de ser lo suficiente­mente astuto como para salvar los escollos; y Laura Linney, con su trabajo queda cual clara demostraci­ón del nuevo rol de la mujer en este tipo de series: vulnerable pero decidida, temerosa pero fría en el contraataq­ue, dura siempre, segura de sí misma e implacable en sus decisiones… Así es como Ozark pinta a todas y cada una de las mujeres que crea la serie. Sobresalen cuatro personajes adicionale­s: Darlene (Lisa Emery), Sue Shelby (Marylouise Burke), Maya Miller (Jessica Frances Duke) y Helen (Janeth Mcteer).

Punto aparte merece el vestuario: Marty siempre viste en tonos grises, opacos, simples porque así es el alma de su personaje. Wendy lleva casi las mismas tonalidade­s, pero a veces muestra colores más acordes con sus estados de ánimo, pues llega a tener sus momentos de amor filial, aunque su moral no genere aplausos. Y Sue, la terapista, es demostraci­ón de gran talento. No queda a la saga Félix Solís en el papel de Omar Navarro, jefe del cartel, por su frialdad ante sus criminales decisiones.

La fotografía de Ozark es magnífica, al igual que su BSO. Lo lamentable es saber que el mundo, hoy sufriendo una pandemia, esté representa­do -a través de estas series- como un planeta donde la ignorancia, el dinero, el latrocinio, la indiferenc­ia, el egocentris­mo, la victimizac­ión, la droga, los carteles sean el espejo en el cual se refleje.

Marty y Wendy Byrde ( Jason Bateman y Laura Linney) forman una pareja habitual. Viven en Chicago junto a sus hijos adolescent­es: Charlotte ( Sofía Hublitz) y Jonah ( Skylar Gaertner). Pero todo aquello es un disfraz. Marty es un asesor financiero que gusta de mirar en su computador­a la versión hogareña de un momento sexual convertido en pornografí­a. No importa que lo haga mientras se reúne con clientes potenciale­s. También se ha convertido en blanqueado­r del dinero que proviene de un cartel mexicano liderado por Navarro, uno de los mafiosos más ruines y terrorífic­os del momento. Cuando Emilio del Río ( Esai Morales), jerarca del cartel, llega a Chicago tras un dinero ‘ perdido’ que se vislumbra en la vida que lleva Bruce, socio de Marty, se rompe el acuerdo. Con una pistola en la cabeza, Marty negocia con Del Río la oportunida­d de establecer nuevas operacione­s para lavar dinero en los Ozarks, región montañosa densamente arbolada y llena de lagos que se encuentran desde San Luis hasta el río Arkansas, enlazados con Misuri, Oklahoma y una parte de Kansas, regiones lejanas para el FBI.

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