LA MINISERIE
Ripley, en esta su tercera versión, logra imponerse a sus dos predecesoras: A pleno sol (1960, con Alain Delon) y El talento del señor Ripley (1999, con Matt Damon). Ahora, convertida en miniserie, se logra espectar con mayor precisión los avatares de Ripley según lo detalla Patricia Highsmith (1921-1995) en la novela adaptada para la plataforma que ahora muestra Netflix.
La serie tiene ocho episodios: Un hombre difícil de encontrar, Siete obras de misericordia, Sommerso, La dolce vita, Lucio, Un objeto contundente, Entretenimiento macabro y Narcissus, todos en blanco y negro. Aquello es lo apropiado. Tal decisión eleva el ambiente que llevan siempre las películas de suspenso y al que han añadido dramaturgia psicológica. Y lo hacen especialmente cuando Ripley admira en las iglesias los cuadros de Caravaggio (1571-1610), pintura barroca que deja ver la miseria humana a través de personajes que se funden entre lo sagrado y lo profano; siendo eso justamente lo que forja el alma de Tom.
Las cámaras se mueven utilizando todos los ángulos imaginados y ello convierte al telefilme en una verdadera clase de cine. Cada una transmite sensaciones, mensajes impactantes y diferentes al espectador. Como ejemplo expongo la secuencia del llamado “plano figura y plano detalle”: El inspector italiano juguetea con las páginas escritas por Marge y no se percata de las fotografías adheridas a los manuscritos. Si se fijara… ¡encontraría la verdad sobre el engañoso crimen!
La cinematografía de Robert Elswit es claustrofóbica, tan llenas de vericuetos como son las vías de las ciudades italianas que asigna en la pantalla. No son los sitios turísticos los que muestra, enseña más bien a la ciudad íntima, insegura, recargada, con tal perfección que se acerca al neorrealismo. Por eso figuran atajos estrechos, escaleras que agotan, mesas de los cafés en media calle, una Italia oscura, peligrosa. Tan bien lograda que un crítico ha dicho: “La fotografía encaja en esta historia porque la envuelve con un espléndido y opulento baño en blanco y negro”.
La actuación del irlandés Andrew Scott es hipnotizante: su frialdad en el momento de los crímenes, la astucia con que responde a preguntas o interrogatorios, siempre dichos como si fuese el ser humano más inocente de la Tierra. Casi no sonríe, pero el tono de voz es perpetuamente agradable. Jamás pierde el control de su expresión corporal. No en vano es considerado uno de los mejores actores de la generación actual y ganador ya del Laurence Olivier, el galardón más preciado del teatro inglés.
Dakota Fanning, que brilla desde sus años de actriz infantil y considerada una de las 100 mejores en la historia del cine, crea una Marge que es toda preguntas, fastidio hacia Tom y dudosa de lo que este diga. Su rostro, que demuestra que no puede esconder su antipatía, es inolvidable.
Brilla también el actor italiano Maurizio Lombardi como el inspector Pietro Ravini. Caballerosamente brutal, sin consideración alguna para los sospechosos, aunque jamás pierda el control de sus reacciones.
Aparentemente, la miniserie ha finalizado, pero hay más novelas sobre Ripley y, si triunfa en esta temporada, percibiremos más de su vida azarosa. Steven Zaillian, su talentoso director y los productores tienen la palabra.