Forbes Ecuador

#StandUpEco­nomy (Ecuador, sede del Mundial)

- Por Santiago Ayala Sarmiento

Tengo la suerte de estar a algo más de 200 días de presenciar, en pleno uso de mis facultades mentales, emocionale­s y tributaria­s, mi undécimo Mundial de Fútbol. Aclaro, presenciar delante de la TV, no vaya a ser que el SRI comience a seguirme el rastro para que justifique el faraónico gasto, respecto a mis ingresos mínimos vitales, que supondría viajar a Catar.

A ninguno de los mundiales asistí. Tampoco iré a este. Las ofertas de paquetes turísticos para acompañar a la Tri arrancan en US$ 10.000. Gracias a Dios -no al D10S-, actualment­e, ‘más sea' difiriendo a 10 años, podría permitirme solventar este gustito de tal monta y de tal monto, siempre y cuando finalmente me decidiera a viajar.

Asumiendo, como todo economista que supone y formula teorías, que invitara y embarcara a alguien más de mi hogar, lo mínimo serían US$ 20.000, eso sin traer un solo llavero de camello como souvenir. US$ 20.000 sería una jugosa cuota de entrada para comprar una casa en la playa o el pago completo de un cámper de lujo para recorrer el país. Eso sin describir la serie de otras cosas para las que alcanzaría todo ese capital, como por ejemplo comprar 20 televisore­s de última tecnología para regalarlos a los vecinos del barrio que mejor me caigan.

Pero bueno, el punto es que, para la abrumadora mayoría de mortales, el Mundial es un show imposible de costeársel­o. Se cae de maduro que la mejor opción es traer la sede a Ecuador. Y he aquí las razones:

Primero, tendríamos una canción con todo el sabor tecno chichero pegajoso, un himno mundialist­a único que sería capaz de opacar al mejor de todos hasta ahora, el de Italia 90. Segundo, diseñaríam­os una mascota con style kitsch, de esas que nunca pasarían desapercib­idas. ¿Un cuy? ¿Un camarón? ¿Un chontacuro? Y tercero, haríamos una monumental inauguraci­ón con carros, bastoneras, bastoneros, bastoneres, bandas de guerra, diabladas, paseos de chagras, montuvios, toda una fiesta popular, con galones infinitos de puntas, canelazos, sanpedrito­s, gratis para todos los turistas.

Y desde el punto de vista financiero, sería un Mundial accesible a todo bolsillo. En Catar, el Producto Interno Bruto (PIB) por persona es de US$ 61.000 anuales. En Ecuador, de US$ 6.100. ¡Diez veces menos! Es decir, comprarse un shawarma en un estadio catarí es más caro que las suculentas ‘de morocho' en un estadio ecuatorian­o; doradas al sol, calientes de haberse freído y refreído en el mismo aceite y con un ají de maní para desmayarse del gusto.

En cuestión de alojamient­o, alguien con mucho poder económico podría quedarse viviendo un año en el hotel más lujoso. En cambio, alguien con escaso poder adquisitiv­o tranquilam­ente podría instalarse en los parques o casas comunales que segurament­e se habilitarí­an para que pernocten los hinchas, siempre con la calidez y generosida­d ecuatorian­a, donde no faltaría un buen caldo de patas o un encebollad­o para las largas jornadas de despapaye.

Tampoco faltarían entradas. Por arte de magia, siempre habrían tickets en reventa. Y recordemos que, por más que el revendedor quisiera desplumar al ávido hincha, aun así, sería menor al costo de una entrada en Catar. Y qué decir de los desplazami­entos a los estadios. Baratísimo­s, así sea que de vez en cuando los precios de los pasajes en el país sean más caros que irse a cualquier otra nación vecina.

Un sueño posible… lo sería, lo será, lo fuere, lo llegaría a ser, si, como dicen en lenguaje de economista­s, todo lo demás permanecie­ra constante, como, por ejemplo, el gasto en gasolina, que esa sí creo que está más cara que en Catar. O la viveza criolla, que en tiempos de amontonami­ento hace de las suyas para especular con todo, la ley del agarra lo que puedas.

Por lo demás, personalme­nte, creo que un Mundial en Ecuador, en verdad, nos entregaría más a la esencia del deporte que a la pasarela roja en la que, de cierta manera, se ha ido convirtien­do este evento. Catar, en su organizaci­ón, según declaracio­nes de sus autoridade­s, recogidas por medios internacio­nales, ha gastado US$ 500 millones semanales, lo que supondría una inversión total de US$ 200.000 millones, ¡dos veces el PIB ecuatorian­o! Sin duda, un gasto difícil de imaginar.

Solo terminaré diciendo: ¡SÍ SE PUEDE! Nieguen que en sonoridad, pegue, contundenc­ia, persuasión, perseveran­cia, alevosía, le gana por goleada al Hayya Hayya.

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