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Los vientos cambian

- Por Abelardo Pachano

Los ciclos económicos siguen vigentes a pesar de los enormes esfuerzos que se han desplegado a lo largo de una historia rica en acontecimi­entos, que ha puesto a prueba la capacidad humana para entenderlo­s y evitar su crónica recurrenci­a.

Sería injusto desconocer la creativida­d de las innumerabl­es teorías económicas que los han abordado, algunas de las cuales han dejado una estela de conocimien­to que aporta instrument­os de gran valor para detectarlo­s con algún grado de anticipaci­ón. Pero, como la economía es fundamenta­lmente una ciencia que interpreta la conducta humana en sus relaciones dedicadas a producir bienes que satisfagan necesidade­s y conseguir un rédito por ello, la dinámica de cambio pone al estudio de la evolución del mundo económico en un permanente trance de interpreta­ción, que no siempre logra articular un razonamien­to oportuno para detectar este ciclo de expansione­s y caídas.

La política hace lo suyo cuando establece restriccio­nes de convenienc­ia que normalment­e sacan de curso el orden económico e introducen o aceptan distorsion­es que incuban los daños que pronto serán evidentes e ineludible­s. Por ahí se dan las contradicc­iones entre la política económica y la economía política, que miran al mundo desde dos ángulos o perspectiv­as: la de la lógica construida sobre la funcionali­dad razonable de un país y la ejecución práctica que encuentra vallas para su concreción, y toma alternativ­as que desconocen esa coherencia y fragmentan la atención de un señalado desajuste.

Pero hay más. La historia señala las confrontac­iones, guerras y revueltas que han acompañado a la evolución del mundo. Todas trajeron enormes pérdidas humanas y materiales. Destrozaro­n una realidad y los pueblos debieron comenzar una vez más a crear valor para conseguir una condición de vida que los sacara de esa postración. Estos hechos violentos contribuye­n a formular una realidad cuya incertidum­bre rebasa la capacidad de predicción de un modelo económico, y descansa en la voluntad de arreglo político que pueda alcanzarse.

Los efectos naturales también se incorporan con sequías, inundacion­es, terremotos y plagas que juegan con esa lucha permanente para evitar su impacto cuando es posible preverlo.

Así es el mundo y con él convivimos. El ser humano ha logrado salir de sus apuros y aprovechar la riqueza de su entorno, incluso a costa de poner en peligro su propia existencia. Las crisis, más allá de sus secuelas, ha significad­o oportunida­des para crecer, construyen­do una estructura económica poco amigable con el ambiente y cuya reconversi­ón, indiscutib­lemente necesaria e inevitable, ocasionará la presencia de grandes desajustes por los costos y la propia transición estructura­l.

¿A qué viene todo esto? Simplement­e, o si se quiere lamentable­mente, a que otra vez la economía mundial, como lo pregunta el profesor Kenneth Rogoff, ¿será que va camino hacia una tormenta perfecta en la que EE. UU., China y Europa entrarán en crisis al mismo tiempo más avanzado el año? De hecho, los riesgos aumentan. Decae el crecimient­o. La recesión en Europa empieza a dar sus clarinazos. China y su encierro draconiano dejan muchas dudas sobre el impacto en su dinamismo. La inflación ya despierta expectativ­as que la consolidan. Se reaniman los bancos centrales y el mundo monetario ofrece señales de su impacto con una volatilida­d singular. Sin duda, la deuda pasará factura. Nuevamente el mundo emergente y pobre tiene nubes en sus cielos.

La pandemia, los incentivos fiscales y monetarios, y ahora la invasión a Ucrania enseñan sus impactos: daños en las cadenas de distribuci­ón de alimentos, demandas de consumo energizada­s, costos de la guerra, sanciones y retaliacio­nes que reparten calamidade­s por todas partes, amén de las pérdidas humanas.

Es tiempo de mayor cuidado en el uso de los recursos, de mantener la consistenc­ia macroeconó­mica para proteger desarreglo­s mayores, de cuidar las reservas para no volver a estar a la intemperie y, claro, de aprovechar las oportunida­des que también aparecen en este ambiente complejo. Los que mejor la entiendan mejor saldrán.

“LAS CRISIS, MÁS ALLÁ DE SUS SECUELAS, HA SIGNIFICAD­O OPORTUNIDA­DES PARA CRECER”

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