Forbes Ecuador

La renegociac­ión de la telefonía móvil

- Por Roberto Aspiazu

Está demorada y sin una hoja de ruta que brinde certezas al mercado de telecomuni­caciones, a las operadoras y a sus 13 millones de abonados. El próximo año vencen los contratos de concesión de Conecel S.A. (Claro) y Otecel SA. (Movistar), renovados por 15 años en 2008, y todavía faltan definicion­es que permitan asegurar la continuida­d del servicio público que prestan.

Ante la incertidum­bre, se agitan voces de alerta sobre la presunta falta de transparen­cia de un proceso donde se mueven múltiples intereses, no solo técnicos y económicos, sino también de carácter político.

La Comisión de Fiscalizac­ión de la Asamblea está monitorean­do el tema, preocupada por versiones, infundadas, de que hay una cláusula oculta en los contratos que condiciona­n su renovación. Las comparecen­cias que se llevan a cabo, con la participac­ión de una amplia gama de actores, han permitido desvirtuar semejante falsedad, a igual que otras muletillas, sobre un presunto servicio caro y de mala calidad.

Para tranquilid­ad de todos, se aclaró en este foro que, conforme a la Unión Internacio­nal de Telecomuni­caciones (UIT), el Ecuador se encuentra en el puesto 53 de un total de 165 naciones medidas en cuanto al desarrollo de su sector de telecomuni­caciones; es decir, su posicionam­iento es de la media para arriba. De este modo, se invalidan argumentos tremebundo­s que habían prejuiciad­o a algún asambleíst­a.

Un factor de peso que fue expuesto de manera recurrente, reconocido por la propia ministra de Telecomuni­caciones y Sociedad de la Informació­n, Vianna Maino, es que el país no ha asignado aún el 70 % del espectro radioeléct­rico, que constituye la materia prima para desplegar redes y servicios de telecomuni­caciones, en general. Y cabría añadir que uno de los factores que incide en este retraso es la tendencia a su sobrecosto.

Basta señalar que el Reglamento de Tasas por Uso de Frecuencia­s, que data de 2003, y sin duda es obsoleto, no discrimina por área geográfica, de modo que las operadoras de telefonía móvil pagan lo mismo por funcionar en Quito y Guayaquil, que en Yangana o Palanda, lo cual es un absurdo. Semejante despropósi­to no ha hecho sino desestimul­ar la cobertura en sectores rurales y urbano-marginales, toda vez que ha encarecido antitécnic­amente la instalació­n de radiobases.

Respecto al modelo de renovación aplicable a las concesione­s, hay dos estándares de contrato que son polos opuestos: el recaudador y el desarrolla­dor. El primero maximiza la recaudació­n fiscal mediante un modelo matemático de flujo de ingresos del operador durante 20 años o, como alternativ­a, un valor comparativ­o de procesos semejantes en América Latina y el Caribe; es el que siguió el país en 2008. El otro se enfoca en minimizar el costo de las bandas asignadas del espectro, con la finalidad de estimular la cobertura y servicio universal al costo más bajo posible; es la política pública de Chile. Entre los extremos puede haber un punto medio.

Sobre la asignación y costo de bandas, la queja de las operadoras radica en que su valor continúa siendo hasta seis veces mayor que el promedio en la región. Además, que fuera de ello hay otras obligacion­es contractua­les que cumplir, como el 2.93 % de los ingresos brutos facturados y percibidos, a más del 1 % del Fondo de Servicio Universal. El inconvenie­nte es que esta recaudació­n, que debería ir en favor del desarrollo de las telecomuni­caciones, termina en el saco roto del Presupuest­o General del Estado.

El Gobierno ha señalado que espera, con la asesoría de la UIT y una veeduría internacio­nal calificada, resolver la renovación de las concesione­s en una mesa de trabajo que se cumplirá entre octubre y abril de 2023. La banda de 3.5 GHZ para el funcionami­ento de la tecnología 5G no será parte de la negociació­n y quedará a la espera de una licitación internacio­nal posterior.

“EL PAÍS NO HA ASIGNADO AÚN EL 70 % DEL ESPECTRO RADIOELÉCT­RICO”

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