Empresas B, de la utopía a los hechos
Recolectar llantas viejas, triturarlas, obtener grano de caucho y utilizarlo para elaborar canchas sintéticas, pisos para parques infantiles y pistas de atletismo. Reemplazar los platos y cubiertos desechables de los patios de comida de los centros comerciales por vajilla de cerámica y tenedores de metal. Invertir en centros de distribución para optimizar la cosecha de cacao, y evitar desperdicios y reducir la huella de carbono.
Las ideas descritas resumen de manera bastante breve el trabajo de tres empresas B ecuatorianas. Y digo de manera breve porque del dicho al hecho hay mucho trecho, más aún en el mundo de los negocios, en el mundo del emprendimiento.
Cuando digo “empresas B”, estoy hablando de organizaciones que sueñan con un mejor planeta, anhelan negocios más inclusivos y trabajan por una economía más justa, equitativa y regenerativa. ¿Suena a utopía? Sí, pero cada vez existen más casos en el planeta de empresas de triple impacto, aquellas que buscan rentabilidad financiera y al mismo tiempo un equilibrio en lo social y en lo ambiental.
El movimiento B está presente en Ecuador desde 2016. En sus inicios fueron cuatro las empresas certificadas, para inicios de 2020 ya eran 17 y hoy en día se cuentan 23 empresas comprometidas con el triple impacto; además, seis están en una fase de evaluación.
A escala global se cuentan más de 5.000 empresas B y en América Latina son 868, según Sistema B, la organización que está al frente de este movimiento y que tuvo su semilla B Lab, en Estados Unidos, en 2012. El concepto encontró tierra fértil en América Latina y Ecuador también se ha integrado a esta realidad.
Este movimiento se mueve alrededor de una pregunta fundamental: ¿qué sentido tiene una economía que crece financieramente y que por su misma naturaleza genera inequidad creciente, acaba el agua y otros recursos de la Tierra, profundiza el individualismo y la exclusión de miles de personas?
La respuesta no es sencilla, pero en Ecuador se han lanzado algunas respuestas con emprendimientos y empresas que miran más allá del rédito económico. Estas respuestas tienen como eje el concepto de la sostenibilidad, esa palabra tan utilizada (a veces muy mal utilizada) hoy en día, pero no siempre entendida en su real dimensión.
Estamos ante un movimiento disruptivo, que puede sonar distante e incluso extravagante para algunos. Sin embargo, los hechos dicen que se trata de un colectivo global integrado por nuevos líderes marcados por una elevada conciencia social. Allí están emprendedores, empresas, empresarios y ciudadanos con ideas distintas que entienden que un mundo más verde y más justo es un buen negocio. En este colectivo sus integrantes comparten los mismos objetivos, piensan primero en las personas y en el medio ambiente, luego en el beneficio económico.
Lo de las empresas B es un asunto de compromiso real, desinteresado, desprendido, que se enfoca en el bienestar colectivo, tan difícil de lograr, pero tan satisfactorio cuando se muestran los resultados. Es hacer las cosas de corazón y pensando en el futuro del negocio, del planeta y de sus habitantes. Es también una oportunidad de oro para que los negocios tradicionales replanteen sus maneras de actuar, su forma de entender al mercado. Es la oportunidad para que piensen en la sostenibilidad como núcleo de sus estrategias de crecimiento.
En tiempos marcados por actitudes mezquinas, en las que el yo se impone al nosotros, cuando los valores han perdido fuerza en la formación de las nuevas generaciones y con una corrupción campante a todo nivel, las empresas B pueden pasar a convertirse en los espacios para mostrar que se pueden hacer las cosas bien, pensando en mejores días y, de paso, recuperar los ánimos.
La clase empresarial, los políticos, los gobiernos, la academia y más representantes de la sociedad están en la obligación de entender los que significa ser una empresa B; tienen la tarea de comprender lo que es el triple impacto y sus beneficios. Y, una vez que conozcan sobre el tema, podrán opinar sobre conceptos como equidad y justicia. ¿Es otra utopía? Sí, pero como señalé en las primeras líneas de este artículo, ya está demostrado que las ideas más complicadas pueden convertirse en una realidad sorprendente. Es momento de pensar en un país B, un Ecuador sostenible, equitativo.
“LO DE LAS EMPRESAS B ES UN ASUNTO DE COMPROMISO REAL, QUE SE ENFOCA EN EL BIENESTAR COLECTIVO”