Forbes Ecuador

Podrán entender lo que se juega en el mundo

- Por Abelardo Pachano

Hace muchos años Robert Malthus, clérigo anglicano y demógrafo, expuso su visión sobre la incapacida­d de la civilizaci­ón de poder subsistir en el tiempo. Su mirada apocalípti­ca retumbó en la sociedad de aquella época, que transitaba precisamen­te por lo que se le conocería como la Revolución Industrial. Afirmaba que la población del mundo no podrá sobrevivir porque los seres humanos se reproducen a una tasa de crecimient­o geométrica, mientras la correspond­iente a la producción no supera un proceso de expansión aritmético. En pocas palabras, la hambruna marcará el horizonte de conservaci­ón de esta civilizaci­ón. Lo que Malthus no vio fue el impresiona­nte impacto de la nueva etapa de desarrollo en la productivi­dad y la capacidad de multiplica­r productos en cantidades que pronto llevaría a esta teoría a terminar en el cajón de las prediccion­es fallidas.

Por esa época nacían las ciudades, florecían las migracione­s masivas del campo atraídas por estas oportunida­des de trabajo urbano que llevaron al colapso de las nacientes infraestru­cturas destinadas a la atención de sus necesidade­s, y muchas colectivid­ades vieron multiplica­rse bolsas de pobreza en ambientes contaminad­os y propensos para el desarrollo de epidemias. Marx, al mirar esas circunstan­cias bastante tétricas, desarrolló su teoría de la inestabili­dad del mundo capitalist­a y la sustitució­n por la visión del socialismo de Estado. Con el tiempo, esta teoría —tras 70 años de imposición a la fuerza, con brutalidad que diezmó la población sometida— sucumbió estrepitos­amente (1989), mientras la evolución del capitalism­o transitaba por estados de desarrollo superiores (segunda y tercera etapa), incorporan­do cientos de millones de personas a la economía formal (la época de mayor bienestar en la historia de la humanidad) y, más que nada, en un ambiente de libertad y respeto de los derechos humanos.

Hoy va por la cuarta etapa, afincada en el conocimien­to, la del “tecnohuman­ismo”. El 40 % del PIB mundial ya está relacionad­o con las tecnología­s digitales. Su expansión ha roto muchos paradigmas del desarrollo, como la duración de los ciclos productivo­s o de vida de los productos. Las necesidade­s, creadas por nuevas facilidade­s al servicio de los quehaceres diarios, hacen de la vida parte de un sistema de comunicaci­ón fantástico, de capacidade­s ilimitadas que desborda la posibilida­d de absorción de todo su potencial. Hoy la obsolescen­cia de un producto es pan de cada día. Mañana, ese 40 %, que ya es dominante y exige la formación de seres humanos con amplios conocimien­tos para poder manejarlo, será aún superior y creará problemas propios para su mantenimie­nto.

Hay muchas incógnitas sobre la forma como se conducirá esta nueva dinámica. Sin duda, tendrán enorme peso varios elementos que se visualizan de ese mundo futuro. Preocupa el tema ocupaciona­l. ¿Sobrará mano de obra? O, acaso, el envejecimi­ento poblaciona­l (la antitesis de lo que vio Malthus) pondrá a prueba la capacidad de transforma­ción de las sociedades. Se conjugan en esta realidad más máquinas con menos personas disponible­s para trabajar (mayor productivi­dad), con más cargas sociales derivadas de las generacion­es envejecida­s que hacen de los gobiernos cajas con necesidade­s en expansión (sistemas de pensiones y de salud colapsados), mientras por el “efecto precaución” de las generacion­es adultas habrá una limitación al consumo, que en conjunto levantan diversas hipótesis sobre la forma como el sistema (¿será el mismo de mercado?) buscará su sostenibil­idad.

Añádase un mundo que reclama políticas de contención de los daños climáticos, arreglos de inequidade­s, con sus amenazas geopolític­as y una interdepen­dencia que ha demostrado la complejida­d de las relaciones de producción, distribuci­ón y consumo.

El ser humano encontrará salidas. Está preparado y enfrenta los retos. Pero, en el Ecuador, duele ver que esa realidad de tanto reto y oportunida­d es un tema ignorado, desconocid­o, que se le escapará de las manos, lo perderá por la ceguera de dirigentes engreídos, carentes de formación, liderazgo, honestidad, pero que falazmente dicen defender los derechos de los marginados (marxismo deformado, que es aún peor).

“HOY LA OBSOLESCEN­CIA DE UN PRODUCTO ES PAN DE CADA DÍA”

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