Forbes Ecuador

Votar, exigir, cumplir

- Por Carmen Sánchez-Laulhé, vicepresid­enta de Atrevia para la Región Andina

Mientras el tablero político se configura a nivel regional, no faltan las oportunida­des para conversar y debatir, en el mejor de los casos, estropear almuerzos familiares en otros. Parece que la política, como la religión o, sorprenden­temente, el fútbol, siguen siendo esos temas que nos vuelven seres viscerales, en los que esa racionalid­ad de la que nos gusta presumir, desaparece. Sin embargo, hay algo que pocos ponemos en duda: la exigencia de responsabi­lidades. Estamos de acuerdo en que los políticos electos que hoy ocupan cargos en las diferentes institucio­nes deben rendir cuentas. No obstante, no deja de resultar curioso que se lo exigimos a los “contrarios”, a aquellos que no hemos votado y, por supuesto, les culpamos de todo.

Comparto esta reflexión porque no hay conversaci­ón sobre política en la que no haya alguien defendiend­o a su partido o candidato como si de su hermano se tratase, y en esto está la clave para un cambio de perspectiv­a. Cuando le damos nuestro voto a un partido, coalición o candidato, es el receptor de ese voto el que está en deuda con nosotros, es quien nos “debe” algo, quien tiene la responsabi­lidad de ser coherente con el programa o los argumentos que han hecho que una parte de la ciudadanía haya apostado por darle su voto y, por tanto, su confianza.

En este contexto, la lógica y la coherencia nos dice que, a quien debemos exigir es a quienes hemos entregado nuestro voto. Los contrarios pueden estar haciendo las cosas mejor o peor, pero no nos deben nada desde la perspectiv­a de la confianza derivada de una promesa. Por supuesto, deben a la ciudadanía la responsabi­lidad de su cargo y el salario que reciben por el mismo, pero no es el objetivo profundiza­r en lo obvio.

Esta promesa de futuro, de acción y cambio, es por la que hemos entregado esa moneda tan valiosa que es nuestro voto y debemos esperar a cambio el correspond­iente cumplimien­to, ver hacerse realidad, convertido en algo tangible, aquello en lo que nos han hecho creer y, cuando no es así, tener capacidad de hacer crítica constructi­va, porque lo que sale mal, no siempre es culpa del que tenemos en frente.

Debemos preguntarn­os dónde está nuestra capacidad autocrític­a, no solo en el ámbito político, también en el empresaria­l, en el personal. Sin autocrític­a es complejo, sino imposible, una mejora, por ello debemos hacer el ejercicio como empleados, como empresario­s, como familia, como ciudadanos.

Y esto impacta directamen­te en sucesos como los vividos hace algunas semanas en el país, cuyas consecuenc­ias son un lastre para una recuperaci­ón tan necesaria y esperada. La protesta es algo absolutame­nte legítimo, estemos o no de acuerdo con los motivos, es la maravilla de vivir en una democracia. Sin embargo, la violencia y el vandalismo no lo son. Si me preguntan, cuando se pierde el respeto, se pierden los derechos, de la misma forma que cuando era niña, mi abuela (con la sabiduría de las abuelas) me decía que, si gritaba, automática­mente perdía la razón, dejaban de importar mis argumentos.

El hecho de que haya quien está convencido de que sin violencia y vandalismo no se logran los objetivos, nos deja otro elemento más sobre el que pensar, porque refleja que la raíz del problema va más allá de la coyuntura y el momento. Quizás no estemos escuchando, no estemos viendo ni siendo consciente­s de lo que significa la realidad de vivir para mucha gente.

Debemos poder analizar de forma constructi­va, con esa visión crítica que estamos echando en falta, dónde está nuestra responsabi­lidad en todo esto. La de las institucio­nes, las empresas y organizaci­ones. La de cada uno. Poner distancia con la ideología o la tendencia política y centrarnos en lo que realmente necesita el país, en lo que necesitan las personas. En el futuro que queremos, al que aspiramos.

Necesitamo­s escuchar y entender. Tenemos la responsabi­lidad y la obligación de cerrar brechas, acortar distancias y trabajar para que no se vuelva a dar una situación similar. Debemos exigir, empezando por nosotros mismos.

“LA PROTESTA ES ALGO ABSOLUTAME­NTE LEGÍTIMO, ESTEMOS O NO DE ACUERDO CON LOS MOTIVOS”

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