El primer trabajo y esos días inolvidables
Eran los primeros meses de 1996, Jefferson Pérez estaba por ganar la primera medalla olímpica de oro para Ecuador; Abdalá Bucaram y Jaime Nebot se disputaban la Presidencia de la República, y la banda de rock española Héroes del Silencio anunciaba su separación pocos meses después de visitar nuestro país (yo estuve en su concierto en Cuenca).
En esa misma temporada, quien escribe este artículo tenía su primer trabajo formal y con beneficios de ley: iniciaba un recorrido en el periodismo, eso sí desde abajo, como corrector de avisos en diario El Tiempo de Cuenca, en ese entonces vespertino que circulaba de lunes a sábado. Mi tarea era sencilla: con una compañera, que también daba sus primeros pasos en el mundo de la noticias, debíamos leer todos los avisos que se publicaban en el diario de la tarde de mi ciudad natal.
Y cuando digo todos los avisos eran todos. Desde anuncios clasificados, hasta citaciones judiciales, pasando por partes mortuorios, agradecimientos a la Virgen María y al Niño Jesús, y balances de empresas. Estos últimos eran realmente agotadores. ¿Parece fácil? Pues sí y no, había que tener mucho cuidado con nombres y números. ¿Era aburrido? A veces. Pero era mi primer empleo, parcial, en horario solamente de la mañana, porque en la tarde estudiaba Comunicación Social en la Universidad del Azuay.
Traigo a la mesa el tema porque todos recordamos ese primer trabajo que tuvimos, los nervios del primer día, esa compañera que acolitaba siempre y ese otro que era el cargoso de la oficina. El jefe, para unos un líder y para otros un tipo frío y aburrido que llegó a su cargo no se sabe cómo. También entran en escena la primera metida de pata y esa felicitación por una tarea bien hecha. En fin, los recuerdos y las experiencias de ese primer trabajo pueden ser muchos, agradables unos y tristes otros, pero siempre aleccionadores y edificantes.
Con ese primer trabajo la vida cambiaba para todos. Aparecían responsabilidades, el tiempo tenía mucho más valor, había un salario al final del mes y uno sentía que crecía, que de alguna manera maduraba, unos más rápido que otros. Era el inicio de algo y empezar siempre es bueno.
En ese lejano 1996 la tecnología era distinta, bastante menos desarrollada que la que se tiene en la actualidad. Las computadoras de escritorio eran la norma en toda empresa que se consideraba moderna y los diskettes eran la herramienta para compartir información de una ‘compu’ a otra. Ya había internet, pero era un lujo para una persona promedio y en un medio de comunicación se lo utilizaba, pero a cuentagotas, sin imaginar el potencial que tenía. La vida tenía otro ritmo y el trabajo también.
En ese entonces no se hablaba de la convivencia de distintas generaciones en una misma oficina. Había uno que otro resentimiento o malentendido, pero todos metíamos el hombro por igual y las cosas funcionaban, con uno que otro error que se corregía sobre la marcha.
Estoy seguro de que ustedes, mientras leen estas líneas, están recordando su primer trabajo, esas sensaciones de llegar a un mundo nuevo. Que si fue grato o si duró poco, que si pagaban mal o si hicieron carrera en esa empresa. Que si fue buena decisión renunciar a los pocos meses o si fue correcto hablar con su jefe para exponer su punto de vista.
Ese primer trabajo fue el inicio de grandes carreras profesionales. Fue la primera piedra de un camino que nos ha llevado a lo que somos hoy. Esas tareas de los primeros meses, que ahora suenan tan simples, se convirtieron en nuestra hoja de vida, en nuestras victorias y derrotas, en premios y fracasos.
Para honrar esas trayectorias Forbes Ecuador, en su edición de aniversario, estrena la sección que lleva el nombre de “Mi primer trabajo”, cuyo eje temático es contar cómo empezaron los grandes empresarios, cuáles fueron sus tropiezos y sus aciertos.
Hablar de nuestro primer trabajo nos permite crear un espacio para reflexionar y enseñar, para mostrar que quienes han alcanzado grandes objetivos no siempre estuvieron en la cresta de la ola y que tuvieron caídas, tropezones y muchos aprendizajes. Es un momento para recordar la manera de ver la vida y entender el mundo, pero también para mirarnos al espejo y darnos cuenta de nuestros avances, de nuestros cambios. ¡Salud por ese primer trabajo!
“ESAS PRIMERAS TAREAS, TAN SIMPLES A VECES, SE CONVIRTIERON EN NUESTRA HOJA DE VIDA”