DNA RV en Londres mezcla los mundos físicos y virtuales
El cronista y un grupo de adolescentes probaron diferentes juegos de realidad virtual en una sala que acaba de reabrir en la capital inglesa, luego de haber cerrado durante la pandemia. Los puntos altos y bajos de la experiencia.
¿Se acuerdan de la realidad virtual? No parece hace tanto que realidad virtual era la palabra de moda en el mundo tech, pero recientemente sería entendible si alguien pensara que fue una de esas tecnologías humo. No es el caso, pero es verdad que este momento está pasando por una etapa silenciosa. Eso es porque está en el medio de grandes nuevos lanzamientos de hardware y porque Mark Zuckerberg asustó a la gente con charlas sobre la creación del metaverso, donde pasaremos todo nuestro tiempo trabajando y jugando en RV, algo sobre lo que a la gente le gusta escribir pero nadie quiere vivir.
Así que quizá es un momento desafiante para que DNA VR de Londres reabra las puertas de su locación de Camden, que tuvieron que cerrar por la pandemia. Fundada en Londres en 2016, DNA VR apunta a combinar lo físico con lo virtual y convertir a la realidad virtual en una experiencia de arcade —un lugar al que uno quiere ir, con amigos o colegas—. Fui a probarlo junto a un grupo de adolescentes fanáticos de la tecnología.
Para llegar a DNA VR en Camden hay que bajar un piso por escaleras hacia una serie de salas minimalistas y sin ventanas. Hay PC con gabinetes transparentes alineadas en las paredes y en cada habitación se encuentran listos para usar los cascos de RV y el equipamiento necesario.
Para los más tecnológicos, las especificaciones técnicas de las PC son altas, pero no necesariamente las últimas o mejores —vi una tarjeta de gráficos Nvidia GeForce 2080—. Los cascos son HTHT -5m7 % Vive Pros inalámbricos, por lo que no hay que mantenerse unido a las PC.
Esto es importante para el primer título que probamos, llamado Pirates Plague, que es un juego de “recorrido libre”, que permite interactuar en el mismo espacio hasta a 3 personas. Esto hace la gran diferencia comparado con jugar con amigos en RV desde la comodidad de la casa propia. Aunque uno se pueda mover, hay pocas chances de chocarse literalmente con quien sea que se esté jugando. En este juego, la posibilidad de hacerlo es algo bueno.
En Pirate Plague, cada persona ocupa el rol de un pirata y uno es el capitán. La persona aparece en el deck de un barco y enseguida es atacado por otro barco, seguido por monstruos marinos (que se
parecen a los Demonios del Mar de Doctor Who).
Hay un cañón en la cubierta, junto con municiones y fuego para encenderlos, que se pueden levantar y pasárselos a otros. Hay que cargar los cañones, alinearnos y apuntarlos al barco atacante. Esto funciona mejor cuando se trabaja en equipo y brevemente logramos un buen ritmo, conmigo como capitán dirigiendo a los otros en la carga, encendido y puntería.
Las cosas se complicaron un poco cuando aparecieron los monstruos y empezaron a tirar granadas por el borde, que hay que agacharse a agarrar y volver a tirar por la borda. También se puede agarrar una espada y atacar a los monstruos que tratan de subirse. Sin embargo, cuando explota una granada, las manos virtuales se enroscan, así que no se puede cargar un cañón ni empuñar una bandera, lo que te frena.
Luego, fuimos a un juego de terror, llamado Hospital of Horror, que no fue particularmente terrorífico, pero sí me dio una de las experiencias más vívidas que tuve en RV, donde el piso se cae y hay que caminar por un angosto pilar de madera. Hubiera disfrutado volver a pisar terreno seguro como si realmente hubiera estado a punto de caer.
Mientras uno juega, el staff está monitoreando y da consejos si uno se traba en un acertijo o ayudan ante cualquier problema técnico. Hubo algunos cuando jugamos. En un momento, uno de los que jugaba no tenía la misma altura que los demás y, aunque aclararon que no debía ser un problema, cuando me agaché para levantar las bolas de cañón del piso, mi display mostraba cada tanto “pérdida”, así que me aconsejaron agacharme hacia abajo en lugar de inclinarme.
Luego, exploramos las experiencias de arcade
más tradicionales, donde las personas están en cabinas separadas a pesar de estar en el mismo juego. Competí contra los adolescentes en Synth Riders,
donde hay que golpear pelotas y corrientes en el aire a tiempo con el ritmo. Es similar a Beat Saber,
del que había escuchado pero nunca jugué, y me pareció que era bastante bueno, hasta que fui terriblemente derrotado —parece que los más jóvenes suelen ganar en este juego—. Lo mismo pasó en Skyfront, donde se vuela por el espacio disparando rayos láser 3D.
Mi preferido terminó siendo el más calmado Clash of Chefs, un juego estilo dibujo animado en un puesto de comida, donde hay que trabajar en conjunto para hacer comidas contrarreloj para los hambrientos clientes.
Cuando se terminó nuestro tiempo y volví al mundo real me faltaba un poco el aire. Aunque puede ser un poco más complejo en los calurosos meses de verano, DNA VR será una gran opción para hacer salidas con amigos adentro, mientras que los aspectos de team building de la experiencia lo convierten en una buena opción para las empresas que están buscando hacer algo un poco diferente.
Como tecnología, VR es lo suficientemente buena como para que un lugar como este valga la pena, pero está claro que tiene un largo camino por recorrer para que sea más atractiva para los menos dedicados. La resolución necesita duplicarse, la latencia tiene que reducirse, el campo de visión se tiene que expandir y, al mismo tiempo, el hardware necesita ser más liviano. Es una serie de demandas complejas y que compiten tecnológicamente entre sí, por lo que el desafío será difícil de superar.
La realidad virtual todavía está en su infancia —y, según mi visión, similar a como estaban los gráficos 3D a principios de los noventa—, pero eso es lo que la convierte en algo tan excitante. Es el comienzo de un viaje y espero con ansias ver hacia dónde evoluciona. Mientras tanto, vale la pena conocer lugares como DNA VR como una alternativa divertida a lo más convencional.