Forbes Ecuador

Ecuador necesita una dieta rica en liderazgo y baja en paternalis­mo

- Por Claudia Tobar

¿Qué es lo que comen en los países como Israel o Japón para alimentar a su población con motivación y hambre de éxito? Existe quizás una dieta especial que no ha llegado a Ecuador que nos impide a tener un país que desborda innovación, superación y éxito.

Recordemos los terribles terremotos que afectaron a Haití (2010) y Japón (2011), dejaron decenas de muertes e incalculab­les daños materiales. Los dos países sufrieron daños materiales y pérdida de vidas humanas, sin embargo, la historia de ambos nos demuestra como la capacidad de visión en resilienci­a y foco de responsabi­lidad habilita o inhabilita el progreso. En Haití un país que ya sufría de pobreza multidimen­sional antes del terremoto, sigue sufriendo 12 años después rezagos de esta catástrofe; a diferencia de Japón que a pesar de sobrevivir el sismo que incluso provocó la fusión de una central nuclear, la contaminac­ión de grandes zonas con radiación, seguido por un tsunami, no sufrió cambios dramáticos en su estabilida­d financiera y de desarrollo.

La diferencia más importante entre estos países se veía en las imágenes después de la destrucció­n, en donde en Haití las personas desahuciad­as se sentadas encima de lo escombros esperando que organismos internacio­nales o el estado venga reconstrui­rles sus vidas. Las mismas imágenes sobre la destrucció­n circulaban sobre Japón, en donde en vez de encontrar a la población sentada en los escombros, veíamos familias limpiando calles y reconstruy­endo sus hogares con sus propias manos. Lejos de juzgar la reacción de Haití, o minimizar este complejo problema, mi intención es notar la diferencia en la mentalidad de resilienci­a entre las dos poblacione­s. Estos dos países difieren en historia, en tipos de gobierno, pero esencialme­nte cuentan con gente por el mismo potencial. Qué podemos aprender sobre esta situación y como ecuatorian­os qué podemos aprender de como hacen mejor otros países para sobrelleva­r los desafíos naturales y políticos que nos esperan.

Ecuador, un país con mucha historia paternalis­ta, ha criado ciudadanos que continuame­nte estamos esperando que venga el Estado u otra organizaci­ón salvadora a dar las soluciones a nuestros desafíos. Desde la educación, desnutrici­ón, reconstruc­ción o corrupción, el ciudadano común se desentiend­e de ver como desde su área de impacto puede contribuir a dar solución a estos desafíos. ¿Qué sería de nuestro país si actuáramos como si no hubiera estado? Como si nuestro progreso depende de nuestra capacidad de unirnos como ciudadanos para reconstrui­r el país. El Ecuador con el que todos soñamos no está solamente en las manos de buenos líderes, está en nuestra capacidad resiliente de unirse a dar soluciones sistemátic­as y permanente­s a problemas sociales. Hoy en día florecen iniciativa­s publico-privadas que demuestran la posibilida­d de hacer un país diferente posible, que llenen de esperanza y orgullo a pensar que no debemos sentirnos desahuciad­os sino motivados.

En los países en donde se exporta conocimien­to, patentes e innovación no se mantiene una dieta especial, se alimenta el empoderami­ento de acción para no esperar que otros solucionen los problemas que te afectan hoy. El Ecuador, país rico en recursos humanos, privilegia­do geográfica­mente por su abundancia, ha sido víctima de su propia riqueza. No nos hemos enfrentado nunca a una realidad en donde exportar recursos humanos sea nuestra única opción como Israel o Korea. Pero la realidad es que nunca seremos capaces de progresar si los recursos humanos no administra­n correctame­nte los recursos naturales. Somos un país rodeado de riqueza y pobre en administra­ción, y no hablo solamente por los líderes políticos sino por el liderazgo de cada uno de los ecuatorian­os que ha sido tímido de ser parte de la acción. Creo que si queremos empezar a soñar en grande es momento de hacernos cargo de nuestro país, no esperar que sea el Estado el que proponga, accione y evalúe. La participac­ión ciudadana hace la diferencia y es la mentalidad resiliente que todos necesitamo­s. Tengo la seguridad que estamos frente a las condicione­s sociales perfectas para ver cambios profundos, sistemátic­os y de crecimient­o para nuestro país.

“EL ECUADOR CON EL QUE TODOS SOÑAMOS NO ESTÁ SOLAMENTE EN LAS MANOS DE BUENOS LÍDERES”

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