Entre la brecha y el punto de equilibrio
“ES ESENCIAL QUE EXISTA MUCHA COHERENCIA ENTRE LO QUE DECIMOS Y LO QUE HACEMOS”
Cuando hablamos del desarrollo de un país o región, rápidamente lo asociamos con mejores condiciones de vida. De entrada, nos hace pensar en mayor riqueza, pero llegar a ello implica cuestiones fundamentales como la educación o el acceso a la sanidad, y, yendo un poco más lejos, las infraestructuras o la conectividad. Abarca, sin duda, el ámbito político y el cultural: difícilmente un país logrará crecer y desarrollarse con instituciones ineficientes o con tintes de corrupción.
Probablemente, sumando criterios de algunas de las organizaciones económicas y entidades multilaterales más importantes a nivel mundial, a falta de definiciones unificadas o absolutas, el listado daría para llenar este y algunos artículos más. Sin embargo, el objetivo es menos ambicioso, y se limita a reflexionar qué necesita el país para salir adelante y cuál es el rol que desde el sector empresarial debemos jugar en ello.
Impulsar el desarrollo económico es una prioridad y una necesidad, pero debe ser un desarrollo que repercuta en bienestar social, en igualdad de oportunidades, en equidad. El punto de partida es no solo qué se necesita —la lista también sería larga—, sino cómo separamos lo urgente de lo importante, qué da soluciones en el corto plazo y qué nos va a permitir sentar una base para construir sobre ella y generar un desarrollo sostenible en el tiempo, tanto desde la perspectiva económica, como desde la social y medioambiental.
Es necesario contar con un marco jurídico que genere confianza, retenga talento y fomente la inversión. Es necesaria una estabilidad política y social, cuyo punto de partida es la tan anhelada seguridad, el derecho a no temer por los tuyos, a estar tranquilos. Es primordial apostar por la educación como motor e impulsor de cualquier cambio que se quiera generar. Son fundamentales la escucha y el diálogo, porque hace mucho que el mundo dejó de funcionar de forma unidireccional. Pero, sobre todo, es esencial que exista mucha coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, a todos los niveles.
Es decir, hablamos de la necesidad de un liderazgo consciente, que busque soluciones con perspectiva de futuro. No se trata solamente de solventar problemáticas en el ahora, sino plantear la forma de no volver a la misma situación de forma cíclica; contar con un plan cuyo resultado sea definitivo, al menos en un periodo de tiempo aceptable, y con ello contribuya a un desarrollo que de verdad cambie el rumbo del país, cambie vidas.
En este contexto, es importante que el sector empresarial ponga sus esfuerzos en trabajar con visión de país, con un objetivo ambicioso, soñador y factible, al mismo tiempo, que repercuta en una garantía de futuro para todos los ciudadanos. Quizás haya quien lo vea como un brindis al sol, pero la realidad es que un sector empresarial unido, con una visión compartida y trabajando en la misma dirección por el país, se convierte en un punto de equilibrio económico, social y político absolutamente necesario y con capacidad para marcar la diferencia.
Cerrar la brecha social existente, que en momentos de incertidumbre como el actual se hace más profunda, exige un compromiso real con una visión país sin tintes ni colores políticos, porque las empresas no votamos, aunque a veces se nos olvide. Apostamos y creemos en el país, generamos una riqueza que se traduce en empleo y condiciones de vida dignas. Debemos seguir en esa dirección, pero sumando esfuerzos, con los intereses individuales en segunda línea de batalla. Me quedo con una reflexión de Andrew Holness, primer ministro de Jamaica, en la Cumbre de las Américas celebrada este año en Los Ángeles y que considero que se aplica más allá de la política y más allá de su país: “Somos una de las 25 democracias más antiguas del mundo, somos un ejemplo, sin embargo, no hemos conseguido que esos principios democráticos se conviertan en prosperidad para nuestra gente”.
Avancemos con una visión de país ambiciosa, poniendo el foco en los objetivos y anhelos que compartimos, en aquello que logre esa ansiada prosperidad. Seamos el punto de equilibrio.