Forbes Ecuador

No cuesta nada dar un buen ejemplo

- Por Pedro Maldonado Ordóñez

Cada día que llevo a mis hijos a la escuela llego siempre a un semáforo que se ha convertido en un espacio de paciencia y ejemplo. El semáforo da paso a los vehículos que circulan por una avenida de alto tránsito, así como a una calle que se cruza con la vía en mención. Pero también deja unos 15 segundos para que los peatones pasen. En mi caso me toca hacer un giro en U y el semáforo tiene la luz verde para esta maniobra.

Al llegar al punto siempre ocurre lo mismo. Los autos que quedan con la luz en rojo para dar el giro en U no respetan la señal y avanzan como si nada. Cometen una infracción e irrespetan a los peatones; ellos van con sus hijos a bordo y segurament­e normalizan la infracción de tránsito.

Yo no soy un santo, pero trato de hacer mi parte en la convivenci­a con la sociedad, y cuando me toca la luz roja me detengo. Es allí cuando los conductore­s que están atrás mío no dudan en alzarme las luces o en pitar; los más atrevidos dejan la fila y en acto de pura viveza criolla me rebasan, ignoran luz roja y dan la vuelta en U. Deben sentirse valientes, muy vivos, audaces y que se salieron con la suya. Muchos de ellos son padres y madres de familia, otros son profesores y algunos son los conductore­s de las busetas escolares que llevan a niños y adolescent­es a bordo.

Mientras eso ocurre mis hijos me miran como diciéndome: “Papi, ¿por qué no giras como los demás?”. Yo les respondo: “Si esas personas no pueden respetar una luz en rojo, ¿cómo pueden exigir a sus hijos y a sus alumnos que no copien en los exámenes, que no mientan?”. Además, si perdemos unos segundos no es tan grave.

Estoy seguro de que todas esas personas que se cruzan el rojo viajan al extranjero y allá cambian su conducta y comportami­ento. En Estados Unidos, Europa, Argentina o cualquier otro lugar que no sea Ecuador ni se les ocurriría quedarse en un paso cebra o estacionar el auto ‘solo un ratito’ donde se les da la gana, peor pasarse un semáforo. Pero aquí, en su país, hacen lo que quieren.

Ya dije que no soy un santo y ustedes saben que nadie lo es, pero esas pequeñas acciones marcan una diferencia. Respetar una señal de tránsito o la fila del supermerca­do, recoger la basura que vamos encontrand­o en las calles, ceder el puesto a quien lo necesita en el bus, perder un minuto en el tránsito por dar el paso a otro, no levantar la voz son detalles que cuentan mucho en una sociedad.

No basta solo hablar, hay que dar el ejemplo. Parece un discurso trillado, pero hay que decirlo y hay que conversarl­o con los más pequeños, en las escuelas, en las oficinas, con los amigos. Porque si no se habla vamos a pensar que todo está bien, que todo está permitido, y sabemos que no es así.

Lo mismo pasa en las oficinas, en los negocios, en el mundo profesiona­l, en el deporte, en el hogar. Basta irrespetar un código, basta pensar que tenemos licencia para algo o cometer una pequeña trampa, una sapada criolla (que da paso a una segunda, a una tercera y a así a toda una cadena) para que lo que empezó como una viveza termine en un escándalo de corrupción, con todo lo que eso implica, con todos los efectos que trae.

El 2022 está por terminar y es momento de darnos un respiro, es tiempo de hacer una pausa y trazar objetivos para 2023. Sí, como todos los años, pero es que así somos los seres humanos, vivimos ciclos, algunos buenos y otros malos. Nos quejamos de las rutinas, pero qué incómodos nos sentimos cuando algún proceso cambia. Entonces propongo que una de esas promesas para el 2023 diga: voy a ser una mejor persona, voy a respetar esa señal de tránsito, voy a dar un mejor ejemplo a quienes me quieren y a quienes yo quiero, voy a dar un mejor servicio a mis clientes, voy a estudiar más, voy a aprender más.

Cada vez que nos toque una luz roja, cada vez que sintamos la tentación de adelantarn­os a alguien en la fila del estadio o en el cajero del banco, preguntémo­nos si estamos haciendo lo correcto o si estamos haciendo lo convenient­e, lo que nos favorece.

No es tan difícil ser bueno, no es tan complicado dar el buen ejemplo. Sí es difícil esforzarse para cambiar hábitos, malos hábitos que tenemos en la vida cotidiana. Pero vale la pena ser una mejor persona, un mejor ser humano.

“PARECE UN DISCURSO TRILLADO, PERO HAY QUE DECIRLO Y HAY QUE HABLARLO CON LOS MÁS PEQUEÑOS, EN LAS ESCUELAS, EN LAS OFICINAS, CON LOS AMIGOS”

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