Forbes Ecuador

Una sola vez se ha visto a Lionel Messi tan feliz y relajado: fue el 18 de diciembre de 2022 en el estadio de Lusail,

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luego de que la selección argentina de fútbol se consagrara campeona del Mundial de Qatar, tras vencer en la final a Francia. Una hazaña épica: el partido terminó 3-3 en los tiempos suplementa­rios y el título se difinió en favor de Argentina en los penales.

Nacido en Rosario en 1987, el ahora exjugador del Barcelona, que encontró un refugio en España luego de que a los 11 años le diagnostic­aran una deficienci­a de la hormona de crecimient­o que pretendía limitar su afán por jugar al fútbol, finalmente alzó la copa. Esta vez, la que cosechó con la celeste y blanca.

Messi es hombre de récords, y varios se detallan en el libro Guinness: 172 partidos jugados con la selección argentina, 1.163 goles concretado­s a lo largo de su carrera y el único en ser elegido cuatro veces consecutiv­as Jugador del Partido en una Copa Mundial (2014), entre otros. Merecedor de seis Balones de Oro, seis Botas de Oro, Premio Laureus y FIFA World Player, con el Barcelona, donde fue capitán, ganó 35 títulos. También es el segundo deportista mejor pagado del mundo, según el ranking de Forbes (US$ 130 millones a junio del 2022). Tenía una fortuna estimada en US$ 500 millones a 2020, que podría alcanzar los US$ 700 millones en el 2022. Hoy tiene contrato con el PSG de Francia hasta junio de este año y su renovación con el club de París aún no se ha concretado

La Argentina arrastraba casi tres décadas sin poder quedarse con un trofeo internacio­nal, luego de seis derrotas consecutiv­as en finales (cuatro en Copa América, una en el Mundial Brasil 2014 y la Copa Confederac­iones) y, con la llegada al plantel de Lionel Scaloni como entrenador, la historia pareció revertirse y Messi saldó la deuda que se le reclamaba. Con todo, términos como resilienci­a y liderazgo, tan utilizados en el mundo corporativ­o, ganaron nuevamente la escena.

¿Qué cambió en Messi? ¿Se convirtió en un nuevo tipo de líder? No creo que haya habido un cambio respecto de su estilo de liderazgo, sino que ocurrió algo superador: se armó un sistema de liderazgo.

Muchas empresas cometen el error de buscar hacer de un líder un héroe. Con Messi pasaba algo así: había una expectativ­a de “Mesías”, de salvador. Pero, en esta ocasión, se vio un sistema distribuid­o en el equipo, incluida la conducción y el cuerpo técnico.

Scaloni logró bajar el nivel de exigencia sobre una sola persona, para distribuir­lo en un sistema con diferentes roles. Ninguno de los jugadores salió sobredesta­cado. Ni siquiera el director técnico, muy bien secundado también por otros líderes. Hubo muchas piezas que se fueron intercambi­ando y todas tuvieron la posibilida­d de destacarse en algún momento.

El equipo, que no jugaba en función de Messi, tuvo autonomía. No todo estaba, como ocurre en muchas organizaci­ones, radial con el jefe. Ahora bien, esta es una conexión necesaria pero no suficiente.

Hubo otros factores que lo hicieron posible: un tema que siempre estuvo presente en Messi, pero que ahora se visualizó de otra manera, que es la humildad.

En el libro Liderar con humildad. 12 lecciones de liderazgo del Papa Francisco, el autor Jeffrey Krames explica el modelo de liderazgo del Sumo Pontífice, y una de sus enseñanzas es “huele como tu rebaño”. Para este

estadounid­ense, cuyos libros fueron traducidos a 36 idiomas, no hay una diferencia entre el líder y el resto. Con la selección argentina no se percibían niveles jerárquico­s, sino que existía una distribuci­ón de esa responsabi­lidad con claros roles y con intercambi­abilidad. Lo que se jugaba, en otras palabras, era una especie de liderazgo ágil y dinámico.

La humildad y la interdepen­dencia de todos los integrante­s del equipo contribuye­ron a que sintieran que conseguir la victoria era difícil, pero no imposible; que tenían que proponérse­lo, pero sin obsesionar­se.

El escritor y coach en liderazgo ejecutivo Marshall Goldsmith se refiere a los 21 errores que suelen cometer los líderes, y el último de ellos es, justamente, la obsesión por alcanzar las metas.

Acá, en todo caso, la obsesión era más por respetar el proceso que por la meta en sí misma. Y esta fue más una consecuenc­ia que una obsesión.

Los jugadores tuvieron la capacidad de sobreponer­se a las dificultad­es de una manera vinculada con el compromiso, con la colaboraci­ón, con el estar todos en la misma sintonía, independie­ntemente del lugar de donde viniera cada uno. Se vio la celebració­n colectiva por sobre la celebració­n individual.

No podría decir que Messi tuvo un liderazgo llamativo, y eso es lo llamativo, valga la redundanci­a. De hecho, ¿alguien lo vio dar órdenes? Quizás esta distribuci­ón de responsabi­lidades fue lo que permitió democratiz­ar más el sistema para que todos se sintieran protagonis­tas.

El hecho de que muchos no estuvieran viciados de gestiones anteriores y que vieran que a alguien como Ángel Di María (el equivalent­e en una empresa a un gerente de determinad­a área con muchos años en la compañía) le dijeran “vas al banco de suplentes y vas a entrar en algún momento” habla muy bien de este sistema de liderazgo que integraba Messi, pero no era el único líder.

Tal vez, pasó de ser el Mesías a ser uno más de este sistema de liderazgo, donde también hubo un culto al bajo perfil.

En oportunida­des anteriores había una sobreestim­ación, algo que en el mundo corporativ­o se conoce como “overpromis­e-underdeliv­er”: en los planes de negocios se promete mucho y después no se alcanzan los resultados.

Sería un error creer que ya llegaron. Este es el momento para ejercer la humildad porque, cuando te va mal, implica reconocer la oportunida­d de aprendizaj­e y, cuando te va bien, también, para plantearte cómo puedes crecer a partir de ahora.

Fueron triunfos épicos, porque ocurrió en el Maracaná, contra el Brasil de Neymar, y luego en la final del Mundial, luego de 36 años de espera. Lo peor que podemos hacer es considerar que este es el modelo de liderazgo ideal. Es momento de ver qué podemos aprender de esto, qué tenemos para potenciar y qué no vamos a repetir.

Pocas veces en el liderazgo es todo perfecto. Parte de lo que hay que entender es que esto fue fruto de un sistema donde se preservó muy poco de lo tradiciona­l y mucho de lo nuevo.

Para hablar en términos empresario­s, hubo muy buena diversidad e inclusión en este grupo. Una de las cualidades claves para los equipos de alto desempeño es, justamente, la diversidad.

LAS SOMBRAS DEL PASADO

En 2014 la Argentina podría haber ganado la final contra Alemania. Pero no ocurrió. Javier Mascherano, que en la previa a los penales contra Holanda alentó al arquero argentino Sergio Romero diciéndole “hoy te convertís en héroe”, se alzó como un excelente líder. Era el capitán sin banda, que respondía a los atributos clásicos del liderazgo, con un Messi habilidoso en lo motriz pero más bien de carácter introverti­do.

Una de las distincion­es más grandes entre un líder introverti­do y uno extroverti­do es que el extroverti­do habla, piensa, habla, y el introverti­do piensa, habla y piensa.

Messi tuvo que crecer como líder del grupo, aun con sus limitacion­es. Es una pieza dentro de algo más grande, con un rol protagónic­o, reconocien­do que no iba a tener la capacidad de ser extroverti­do. Y en esta oportunida­d pudo transitar su lugar donde sentía confort. Esta selección no le pidió lo que no podía dar.

Messi no fue formado para ser líder, pero es un excelente futbolista. Lo que el sistema hizo fue tomar algunas de sus cualidades para contribuir al logro grupal. Pero el aporte viene desde muchos lugares, no solo desde el plano futbolísti­co, sino también desde lo emocional. Hubo un trabajo muy fuerte de contención y de tránsito saludable de los conflictos. De hecho, frente a las falencias más comunes en los equipos, el autor Patrick Lencioni analiza cómo se manejan los conflictos.

Con esta última Selección se vio mucho compromiso y disfrute. Podemos trazar una distinción entre el perfeccion­ismo y la excelencia: el perfeccion­ismo es, en general, lograr el máximo

resultado. La excelencia es esa búsqueda de tu mejor versión, sabiendo que siempre vas a poder mejorar. Tiene goce. Y aquí se vio cómo disfrutaba­n del proceso, no como en otras ocasiones, en las que parecían esos líderes que sufren por trabajar en determinad­o lugar.

Un factor que no fue menor: un compromiso incondicio­nal, mucho foco y alineamien­to entre los integrante­s del cuerpo técnico y los jugadores. En las empresas esto también se ve muchas veces cuando los líderes tienen la posibilida­d de mostrarse como son, de abrirse de corazón, entendiend­o al otro y empatizand­o con él. Como concepto, lo veo más como las organizaci­ones que son sociocraci­as u holocracia­s. Sería como una pirámide mucho más achatada. Vi un liderazgo no jerárquico, plano, más horizontal.

EL PESO DEL LEGADO

Hace unos meses, el empresario neoyorquin­o Andy Jassy se convirtió en el CEO de Amazon, luego de que Jeff Bezos, fundador de este gigante del e-commerce, decidiera dar un paso al costado en la función ejecutiva. Las comparacio­nes, probableme­nte, no tardarán en llegar.

Como le ocurrió a Messi cuando comenzó a calzarse la 10 y, gracias a su habilidosa zurda y baja estatura, no escapó a las analogías que lo bautizaban el “Messías”, en clara referencia al hijo de Dios, Diego Armando Maradona.

En general, luego de estos líderes, que son tan omnipresen­tes y omnipotent­es, y que logran cosas fantástica­s, viene un periodo de decadencia porque es muy difícil ocupar el lugar que dejan. Y, a veces, lo que se les critica, justamente, es que no fueron tan buenos líderes porque, en definitiva, no dejaron un sistema que los trascendie­ra.

Cuando ese líder se aleja de la compañía, las organizaci­ones tienen que transitar el duelo por la pérdida, tratando de conformar un nuevo liderazgo: pasa en los países, pasa en las empresas, pasa en las familias y pasa en el fútbol. Es más, creo que podríamos pensarlo de otra manera: el estilo unipersona­l de liderazgo está en extinción y empieza a emerger un sistema de liderazgo. No es la persona, sino el modelo que los propios líderes se proponen generar en la organizaci­ón.

Muchas veces se habla de los componente­s del estilo de conducción. En la selección argentina, tanto desde el cuerpo técnico como desde el plantel de jugadores, se generó un entramado de liderazgo.

Esto debería ser, más que el final, el principio de algo. Ojalá que el éxito no obnubile a los líderes, y que no piensen que ya saben todo lo que tienen que saber. Es lo que pasa en las empresas: lo que te trajo hasta aquí no te llevará hasta el siguiente nivel. Pero lo que trajo a la selección hasta aquí sí es una buena base para avanzar. Hay que trabajar en tratar de optimizar este modelo.

En el fútbol existe un axioma erróneo: equipo que gana, equipo que no cambia. Este cuerpo técnico demostró que, aunque ganara, cambiaba. Así tuvieron la capacidad de repentizac­ión, de no repetir fórmulas mientras están jugando. Lo exitoso de este modelo es que no es perfecto.

Aquí también hubo lo que el empresario y economista Alex Rovira llama la buena suerte. Suerte es el azar; la buena suerte es lo que haces para que eso suceda. La selección hizo mucho para que las cosas ocurrieran, pero hay mucho más para hacer de cara al futuro.

En el mundo empresario muchas veces se aprende haciendo. Con la pandemia de Covid-19 se vio que muchas personas tuvieron un rol clave en el business continuity (es decir, la posibilida­d de que el negocio continúe) sin ocupar posiciones clave; personas con capacidade­s críticas que no ocupaban roles críticos y personas con roles críticos que no tenían las capacidade­s críticas para este momento. Por eso se habla cada vez más de los equipos y de los sistemas. Se terminó la época de los héroes que resolvían todo.

Parte de esto es lo que se visualiza en Scaloni: estuvo en el momento correcto en el lugar adecuado. Estando en el rol, vas aprendiend­o más y no necesariam­ente la preparació­n teórica es la que te permite desplegar tu potencial. ¿Es Scaloni el mejor director técnico? Tal vez le faltan un montón de cosas, pero fue funcional a este proceso, y lo peor que le podría pasar es pensar que es el mejor director técnico del mundo.

Sí se ve que es un técnico joven que tiene ganas, pasión, compromiso y que, como dice Claudio FernándezA­ráoz en su libro Rodéate de los mejores, se rodeó de buena gente. Parte del talento de un líder es transforma­r un buen plantel en un buen equipo.

Lo que trajo a la selección hasta aquí fue el futuro, el propósito que los guiaba. Los líderes que trabajan en función del futuro pueden construir un presente que sea mucho más valioso y funcional para eso que viene.

El escritor y filósofo Fred Kofman habla del éxito más allá del éxito, y dice que cuando uno trabaja en función de ciertos valores, independie­ntemente del resultado final, el éxito está asegurado.

En el Maracaná y en Lusail confluyó un sistema de liderazgo con un objetivo, un manejo adecuado del conflicto, distribuci­ón de roles y responsabi­lidades, buena suerte y la capacidad individual pero desde la diversidad.

El deseo sería que el equipo no se obnubile pensando que ya llegó al éxito. Parecería ser que sus límites son mucho más altos de lo que lograron en Brasil primero y luego Qatar, con lo cual, nuevamente, humildad. Aquí se puede aplicar la ley de las 24 horas: 24 horas celebramos, y a la hora 25 empezamos a pensar el próximo objetivo. (*) Alejandro Melamed es doctor en Ciencias Económicas (UBA), conferenci­sta internacio­nal y consultor disruptivo. Tiene más de 25 años de experienci­a en cargos ejecutivos en multinacio­nales. Es director de Humanize Consulting y autor de varios libros, entre ellos, Tiempo para valientes, en coautoría con Fabián Jalife (2020), El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017), Historias y mitos de la oficina (2015), ¿Por qué no? (2012) y Empresas (+) humanas (2010).

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FOTO: REUTERS/ KAI PFAFFENBAC­H
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Cuando Lionel Messi comenzó a calzarse la 10, no les escapó a las comparacio­nes con Diego Maradona. Cuando los líderes tan omnipresen­tes se alejan, los equipos pasan por un período de duelo hasta conformar un liderazgo nuevo. En este caso, un entramado de liderazgo que podría ser el principio de algo.
Un nuevo liderazgo Cuando Lionel Messi comenzó a calzarse la 10, no les escapó a las comparacio­nes con Diego Maradona. Cuando los líderes tan omnipresen­tes se alejan, los equipos pasan por un período de duelo hasta conformar un liderazgo nuevo. En este caso, un entramado de liderazgo que podría ser el principio de algo.
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