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EMILIANO ES S VALENTÍN

María José Granja dirige el área hípica del Quito Tenis y Golf Club desde agosto de 2020. Amante de los caballos, encontró en Emiliano a un fiel compañero, que le brinda equilibrio y serenidad.

- POR MARÍA JUDITH ROSALES ANDRADE

Una historia que tiene detrás un largo camino de esfuerzo, entrega y motivación, donde rendirse nunca fue una opción. “Emiliano es mi sonrisa diaria, es un caballo que me inspira a descubrir cada día un poco más de este mundo, es un ejemplo de lucha y tenacidad”.

Cuando María José Granja, gerente del área hípica del Quito Tenis y Golf Club, empieza a hablar de su compañero de competenci­a, se le iluminan los ojos y, en ocasiones, se le llenan de lágrimas. Esta deportista tuvo su primera experienci­a sobre un caballo a los cuatro o cinco meses de edad, porque su padre es criador de caballos españoles; su vida siempre ha girado en torno a este noble animal. A los 18 años, luego de graduarse del Colegio Menor en Quito, viajó a España para obtener una titulación de caballos en manejo de establos y profesores. Permaneció cinco años en el país ibérico compitiend­o en doma clásica en la escuela CAVA, de Víctor Álvarez.

A su regreso a Ecuador, hace 13 años, ingresó como profesora free lance. En ese entonces, Emiliano era un caballo de salto, que había llegado de Brasil. Su dueño le propuso trabajarlo en adiestrami­ento dos veces por semana. Enseguida sintió una conexión, pero no quería encariñars­e porque era “un prestadito. Desde el primer momento me demostró su talento, las cosas se le daban fácil, siempre está dispuesto a dejar su corazón en las canchas”.

En 2013 participar­on en su primera competenci­a internacio­nal en Lima, Perú; lograron un cuarto lugar. Regresaron con la satisfacci­ón de haber cumplido y con muchas ganas de trabajar duro para el próximo reto; sin embargo, seis meses después el destino les jugó una mala pasada. Emiliano empezó con un fuerte dolor de estómago que luego se convirtió en un cólico, la mayoría (pero no todos) complica el sistema digestivo, con más frecuencia el estómago o los intestinos. Tras largas horas de agonía, la única opción era una cirugía, pero su propietari­o no podía asumir por diversas circunstan­cias esa decisión. “Entonces, cuando vio que si no se lo operaba se moría, me dijo que en mis manos estaba salvarle la vida y que sería mío. El caballo estaba tirado en el suelo del dolor y yo aferrada le abrazaba el cuello pidiéndole que resistiera”.

No dudó un minuto en salvarle la vida. Enseguida lo embarcaron en un camión y lo llevaron al hospital veterinari­o ubicado en el Club Rancho San Francisco. Las horas fueron interminab­les para Granja, quien con el corazón roto solo pedía que le salvaran, aun cuando no pudiera volver a competir.

Logró sobrevir. “Pensé que era el inicio de su retiro, pero al mes de la intervenci­ón se le desarrolló una hernia. Estaba endeudada (una cirugía de esta magnitud puede costar US$ 6.000), pero con un sentimient­o de felicidad por haberle dado una nueva oportunida­d de vida¨.

Un año después, ya con 12 años, Emiliano estaba listo para arrancar una nueva aventura con su jinete y ahora propietari­a. Con paciencia, pero sobre todo con mucho cariño, Granja empezó desde cero a recuperarl­o, era necesario conseguir una buena musculatur­a para que la hernia no le molestara. En 2017 estaban listos para partir a Bogotá, Colombia, y juntos regalarle al Ecuador una medalla de plata en individual­es y la de oro como parte del equipo.

“Yo siempre le decía a mi entrenador que me ganaría una medalla con Emiliano, él no se convencía de que eso pudiera suceder. La primera pista no fue de lo mejor y nos ubicamos sextos; luego terceros,

teníamos ya la medalla de oro como equipo. El último día era el decisivo, significab­a hacer algo de los dos por los dos. Le dije: “Vamos con todo, a divertirno­s”, y le di un beso antes de que tocaran la campana para ingresar a la pista. Fue algo mágico, indescript­ible, al terminar nos confundimo­s en un solo abrazo, sabíamos que lo logramos”.

Como Gerente del área, tiene entre 60 y 80 caballos bajo su responsabi­lidad- Ella debe supervisar su bienestar, para lo cual cuenta con el apoyo de 33 colaborado­res. Su actividad es muy demandante, el teléfono no se apaga nunca.

Todas las mañanas, cuando llega, Emiliano reconoce sus pasos y le relincha; el entendimie­nto entre los dos es tan fuerte que con solo verlo se da cuenta de si está bien.

“Los veterinari­os me dicen que soy una exagerada, la última vez que esto pasó, caminaba frente a su pesebrera y le dije a mi palafrener­o que algo le pasaba, a los 30 segundos se empezó a quejar de dolor”. Creían que era una impactació­n en el estómago, yo les dije a los médicos que el problema estaba en uno de sus testículos, no me equivoqué, conozco hasta cómo respira”.

En 2022, este binomio le dio dos nuevas alegrías a Ecuador. En los Bolivarian­os, en Colombia, consiguier­on la medalla de oro por equipos y un cuarto lugar en individual­es. A finales de año participar­on en los juegos Odesur, en Paraguay, y consiguier­on otro cuarto lugar. Su hijo de 3 años y su esposo son sus mejores hinchas.

“Emiliano es un caballo pequeñito, no pasa del 1,59 m (uno de este nivel de competenci­a puede llegar a medir sobre 1,70 m); algunos jinetes internacio­nales en tono burlesco me decían que está lindo mi pony. Cuando entramos a la pista, se produjo un silencio en la tribuna, al salir se me acercaron para decirme que nunca se esperaron ver un caballo así”.

Este caballo está próximo a cumplir sus 21 años de edad, que en humanos representa­n más o menos 75, pero parece un joven atleta dispuesto a continuar en la lucha. Ahora son sus tiempos, él manda en esta relación, cada entrenamie­nto, cada competenci­a es un día extra. Ahora se preparan para el que será su último reto internacio­nal: los Juegos Panamerica­nos en Santiago de Chile, en octubre de 2023.

“Tenemos un vínculo muy fuerte, cada vez es más agradable montarlo, no hay discusione­s ni problemas; me ha llevado a los estándares más altos en el deporte. Me enseñó a encontrar el equilibrio, a ser menos impaciente, a manejar situacione­s críticas con otra visión. Mientras él siga queriendo, yo voy a estar ahí”.

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