La enésima oportunidad para Ecuador
Lindo es mi país. Sin duda alguna. Creo, sin temor a equivocarme, que ninguno de los 18 millones y más de ecuatorianos que vivimos en este pequeño pero riquísimo territorio dirá lo contrario. Claro está, cada uno con sus particulares visiones o preferencias. Cantamos orgullosos nuestro himno, convencidísimos de que es el segundo más hermoso después de La Marsellesa; gritamos a todo pulmón cada vez que la Tri gana o alguno de nuestros deportistas sube a un podio; se nos pone la piel de gallina cuando en otro país vemos un establecimiento de bandera ecuatoriana; o, simplemente, no paramos de hablar de la belleza de nuestra naturaleza, de nuestra gente, de nuestra cultura, cada vez que nos sentamos en una mesa con amigos, una cerveza y los mejores chocolates. Y repetimos y repetimos y repetimos siempre ‘Nuestro juramento’, para muchos el verdadero himno nacional.
Por eso duele tanto cuando las cosas no caminan como las queremos y como nos las merecemos. Porque en realidad, más allá de la inseguridad, de la corrupción, de la politiquería, de las desigualdades sociales y económicas, de los etcéteras y peros que por estos días lamentablemente abundan, siempre, siempre, SIEMPRE, soñamos que las cosas cambiarán, porque, en verdad, los buenos somos más. Entonces, ¿qué nos pasa, por qué no logramos salir de esta espiral de tumbo tras tumbo?
Recuerdo que en mis tiempos de colegio de baby boomer —y más aún en las generaciones siguientes, según me cuentan los más jóvenes de nuestro equipo— quienes no lograban sumar las calificaciones mínimas para pasar al siguiente nivel tenían una, dos, tres oportunidades para hacerlo. En mi época: suspensos y aplazados; hoy: supletorio, remedial y gracia. ¿A qué viene esto? A que pienso que Ecuador, como en los rezagados de las aulas, vez tras vez, al no cumplir sus tareas, vuelve a tener las oportunidades para hacerlo mejor. Y hoy nos encontramos nuevamente frente a una nueva prueba, la enésima, para revertir la situación en la que estamos.
Ya lo hemos dicho, en Forbes Ecuador preferimos ver el vaso medio lleno. Por esa razón, creo que, a pesar de que nuestro ánimo por momentos vaya de capa caída y que la situación política, económica y social sea tan deprimente y decepcionante, estamos parados ante ese examen que nos permite abrirnos a un nuevo presente y futuro. Prefiero verlo así, sin ignorar ni minimizar los desafíos que hay por delante. Estamos en medio de un repentino y fugaz proceso electoral que, espero, nos devuelva esa capacidad de creer que sí es posible cambiar las cosas. Tenemos, repito, la enésima oportunidad para reinventarnos, para pensar en todos y por todos. Mientras viva, quiero ilusionarme con una realidad más benevolente para los 18 millones de ecuatorianos. Y no importa que tengamos uno, dos, tres, mil supletorios, remediales y gracias; sueño con que mis nietos, mis bisnietos y mis tataranietos nazcan y crezcan, más que un país del primer mundo, en uno justo, equitativo, transparente y pacífico.
Como dicen nuestros entrevistados en la sección Nómades, el Ecuador es un país para vivir bien, lograr el crecimiento personal y empresarial. Sus palabras, pensamientos y criterios nos hacen valorar lo que nosotros no vemos o sentimos por nuestra rutina de quejas y de entredichos políticos. Estos Nómades nos llenan de elogios, recorren el país, siguen invirtiendo y se sienten como en su propia casa. Un dato importante publicado por InterNations: “determinamos que el Ecuador es el mejor destino del mundo para vivir, debido a la calidad de vida, el trabajo y las actividades de ocio”. ¿Qué esperamos para reinventarnos y ser los mejores si otros lo dicen? ¿Por qué no hacerlo ya?
Mientras tanto, voy a seguir impulsando este proyecto Forbes donde disfrutamos de conocer y compartir esas historias de compatriotas que nos sirven de inspiración. Este es nuestro granito de arena para y por el Ecuador. No importa a quién elijamos, más bien dicho, sí importa, pero es lo menos importante de lo más importante: entre todos somos capaces de mover este tren en la dirección contraria.