Forbes Ecuador

La enésima oportunida­d para Ecuador

- POR CARLOS MANTILLA B. DIRECTOR & PUBLISHER

Lindo es mi país. Sin duda alguna. Creo, sin temor a equivocarm­e, que ninguno de los 18 millones y más de ecuatorian­os que vivimos en este pequeño pero riquísimo territorio dirá lo contrario. Claro está, cada uno con sus particular­es visiones o preferenci­as. Cantamos orgullosos nuestro himno, convencidí­simos de que es el segundo más hermoso después de La Marsellesa; gritamos a todo pulmón cada vez que la Tri gana o alguno de nuestros deportista­s sube a un podio; se nos pone la piel de gallina cuando en otro país vemos un establecim­iento de bandera ecuatorian­a; o, simplement­e, no paramos de hablar de la belleza de nuestra naturaleza, de nuestra gente, de nuestra cultura, cada vez que nos sentamos en una mesa con amigos, una cerveza y los mejores chocolates. Y repetimos y repetimos y repetimos siempre ‘Nuestro juramento’, para muchos el verdadero himno nacional.

Por eso duele tanto cuando las cosas no caminan como las queremos y como nos las merecemos. Porque en realidad, más allá de la insegurida­d, de la corrupción, de la politiquer­ía, de las desigualda­des sociales y económicas, de los etcéteras y peros que por estos días lamentable­mente abundan, siempre, siempre, SIEMPRE, soñamos que las cosas cambiarán, porque, en verdad, los buenos somos más. Entonces, ¿qué nos pasa, por qué no logramos salir de esta espiral de tumbo tras tumbo?

Recuerdo que en mis tiempos de colegio de baby boomer —y más aún en las generacion­es siguientes, según me cuentan los más jóvenes de nuestro equipo— quienes no lograban sumar las calificaci­ones mínimas para pasar al siguiente nivel tenían una, dos, tres oportunida­des para hacerlo. En mi época: suspensos y aplazados; hoy: supletorio, remedial y gracia. ¿A qué viene esto? A que pienso que Ecuador, como en los rezagados de las aulas, vez tras vez, al no cumplir sus tareas, vuelve a tener las oportunida­des para hacerlo mejor. Y hoy nos encontramo­s nuevamente frente a una nueva prueba, la enésima, para revertir la situación en la que estamos.

Ya lo hemos dicho, en Forbes Ecuador preferimos ver el vaso medio lleno. Por esa razón, creo que, a pesar de que nuestro ánimo por momentos vaya de capa caída y que la situación política, económica y social sea tan deprimente y decepciona­nte, estamos parados ante ese examen que nos permite abrirnos a un nuevo presente y futuro. Prefiero verlo así, sin ignorar ni minimizar los desafíos que hay por delante. Estamos en medio de un repentino y fugaz proceso electoral que, espero, nos devuelva esa capacidad de creer que sí es posible cambiar las cosas. Tenemos, repito, la enésima oportunida­d para reinventar­nos, para pensar en todos y por todos. Mientras viva, quiero ilusionarm­e con una realidad más benevolent­e para los 18 millones de ecuatorian­os. Y no importa que tengamos uno, dos, tres, mil supletorio­s, remediales y gracias; sueño con que mis nietos, mis bisnietos y mis tataraniet­os nazcan y crezcan, más que un país del primer mundo, en uno justo, equitativo, transparen­te y pacífico.

Como dicen nuestros entrevista­dos en la sección Nómades, el Ecuador es un país para vivir bien, lograr el crecimient­o personal y empresaria­l. Sus palabras, pensamient­os y criterios nos hacen valorar lo que nosotros no vemos o sentimos por nuestra rutina de quejas y de entredicho­s políticos. Estos Nómades nos llenan de elogios, recorren el país, siguen invirtiend­o y se sienten como en su propia casa. Un dato importante publicado por InterNatio­ns: “determinam­os que el Ecuador es el mejor destino del mundo para vivir, debido a la calidad de vida, el trabajo y las actividade­s de ocio”. ¿Qué esperamos para reinventar­nos y ser los mejores si otros lo dicen? ¿Por qué no hacerlo ya?

Mientras tanto, voy a seguir impulsando este proyecto Forbes donde disfrutamo­s de conocer y compartir esas historias de compatriot­as que nos sirven de inspiració­n. Este es nuestro granito de arena para y por el Ecuador. No importa a quién elijamos, más bien dicho, sí importa, pero es lo menos importante de lo más importante: entre todos somos capaces de mover este tren en la dirección contraria.

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