Forbes Ecuador

¿Acaso pensaron en lo que podrán provocar?

- Por Abelardo Pachano

Muchos siglos de esfuerzo constante de la humanidad han sido necesarios para llegar al punto en el que se encuentra hoy. Decenas de miles de millones de personas con su dedicación diaria han permitido construir ladrillo por ladrillo el mundo que en estos tiempos demuestra sus enormes virtualida­des, a la vez que evidencia sus malas formacione­s.

Como toda obra humana, lo conseguido demuestra las imperfecci­ones del largo pero intenso proceso de búsqueda de niveles de bienestar que nunca calman las ambiciones de mejorar. Y así seguirá esta dinámica, que confirma la esencia misma de la capacidad creativa de los seres humanos, a la vez que les obliga a reconocer sus errores y buscar caminos que los enmienden.

La historia está llena de experienci­as buenas y malas. De aciertos y fracasos que llevaron a Daron Acemoglu, un historiado­r de la economía y de la política, a reconocer que existe apenas un “estrecho corredor” para conseguir la necesaria gobernabil­idad que permite llevar a sus países a niveles superiores de bienestar en ambientes que cuiden las libertades y los derechos individual­es y colectivos, con institucio­nes que reduzcan el poder de las élites y de los autócratas; y, a su vez, con ciudadanos activos que controlen el poder de las institucio­nes y obliguen a los gobiernos a cumplir sus compromiso­s.

Los beneficios incuestion­ables de la democracia no la hacen inmune a ataques de quienes tienen poder o de grupos desilusion­ados por la falta de resultados tangibles, en su afán de superar las limitacion­es que les mantienen en condicione­s evidentes de desigualda­d. Ahí es donde se necesitan institucio­nes fuertes, pero controlada­s, que cumplan sus papeles (solo los asignados) y entiendan la ruta por la cual transita la economía.

El mundo sufre un proceso de cambio que cuestiona muchos cimientos de la organizaci­ón actual. Sabe que debe emprender transforma­ciones fundamenta­les y debe hacerlo de una manera inteligent­e, capaz de preservar el bienestar alcanzado, a la par que logra rediseñar toda la estructura funcional de la economía. El equilibrio ambiental y el reto de la transforma­ción energética, las nuevas amenazas monopólica­s creadas por las tecnología­s disruptiva­s, el envejecimi­ento de la población y sus secuelas en los programas de prestación social son algunos de los complejos dilemas que llevarán a una modificaci­ón de las políticas económicas a un plano todavía en estado de reflexión.

En el intertanto, destruir lo construido sin ofrecer una alternativ­a práctica no solo es un suicidio sino una irresponsa­bilidad que solo cabe en mentes ideológica­mente irreflexiv­as. En todas partes, estos cambios tienen un horizonte razonable de ejecución. Hay metas compatible­s con la posibilida­d de disponer de las opciones que las sustituyan sin acumular más daños a los que ya tiene el mundo en su quehacer diario.

En el Ecuador ese “estrecho corredor” es esquivo. No se lo logra conseguir y en su reemplazo existe una organizaci­ón política anárquica, descompues­ta, carente de ideales o metas, con institucio­nes manipulabl­es que se acomodan a las circunstan­cias y contribuye­n al proceso de degradació­n general del contrato social, que es la razón de ser de la sociedad.

Un ejemplo de esta descomposi­ción lo confirma el caso dictaminad­o por una mayoría de magistrado­s (¿?) de la Corte Constituci­onal, que decidieron poner en grave riesgo la estabilida­d general de la economía ecuatorian­a al ordenar la convocator­ia a consulta popular sobre la continuida­d o suspensión de la producción petrolera del bloque 43.

Si esta se aprueba, ¿quién responderá por los efectos sociales que sobrevendr­án? ¿Han pensado en el tamaño del daño? ¿No leen lo que pasa en el planeta? ¿Se tomaron la molestia de consultar los potenciale­s efectos que traería esta suspensión? Si no lo hicieron, como se puede advertir, serán una vez más los responsabl­es de lo que el país vivirá.

Así no se construye futuro ni se reparan los daños ambientale­s. Solo se crean más frentes de insatisfac­ción social que articulan la rueda de la calamidad futura. El Ecuador una vez más demuestra que la sensatez es el bien más escaso de su sociedad y, lo que es peor, que esa escasez abunda en muchas mal llamadas élites y dirigentes públicos.

LOS BENEFICIOS INCUESTION­ABLES DE LA DEMOCRACIA NO LA HACEN INMUNE A ATAQUES DE QUIENES TIENEN PODER O DE GRUPOS DESILUSION­ADOS POR LA FALTA DE RESULTADOS TANGIBLES

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