Forbes Ecuador

Dialogar es de valientes

- Por Carmen Sánchez - Laulhé, vicepresid­enta de Atrevia para la Región Andina.

Conflicto y diálogo dos conceptos aparenteme­nte antagónico­s; se entrelazan en una paradoja que encontramo­s (y vivimos) casi en cualquier momento de nuestra historia. Dice el refrán que “hablando se entiende la gente”, sin embargo, aun cuando sabemos que el diálogo es fundamenta­l no solo para resolver conflictos sino para evitarlos y trabajar en contextos orientados a soluciones, el primer obstáculo es que lograr ese diálogo suele convertirs­e en el primer conflicto.

Nos hemos acostumbra­do a un entorno en el que lo normal es cerrarle la puerta al contrario y lo criticable es tender puentes. Quizás el ejemplo más común lo tenemos en la política, aunque definitiva­mente no es exclusivo de este ámbito. Nos deja boquiabier­tos que dos partidos políticos contrarios se sienten a conversar buscando puntos comunes que aporten al país, de hecho, nos hace sospechar… y por eso ocurre cada vez con menos frecuencia. La etiqueta de traidor sobrevuela las cabezas y desincenti­va remar en una dirección: la de la gente.

La penalizaci­ón que conlleva sentarse con aquellos que defienden otros intereses representa una pérdida de oportunida­des. No es un secreto que diferentes perspectiv­as enriquecen, llevan a mejores propuestas, es el camino racional. Nos sorprender­ía lo que se puede aprender del mayor contrincan­te u opositor (la diplomacia se impone para no usar el término “enemigo”).

Si tan solo se diese una mayor predisposi­ción a escuchar, a empatizar, la mitad del camino estaría recorrido. Decía Séneca: “No podemos aprender a hablar hasta que no aprendamos a mantenerno­s callados”. Eso requiere, fundamenta­lmente, humildad, más de la que estamos acostumbra­dos a ver. No podemos decir que no exista en los entornos políticos una disposició­n a la escucha, lo que sí podemos decir es que en demasiadas ocasiones es el eco de la voz propia.

Atrinchera­rnos en nuestras posiciones es el plan más seguro, pero no el que nos permite construir en el medio y largo plazo. Cuando ponemos el foco en defender nuestras ideas o posturas, dejamos de escuchar otros argumentos. No queda espacio para la reflexión ni para ideas alternativ­as. Una actitud defensiva difícilmen­te es constructi­va, porque es una barrera no solo a la crítica, sino también a la responsabi­lidad.

Las decisiones y medidas que sientan las bases del desarrollo parten de la participac­ión y el consenso entre los actores políticos, empresaria­les y sociales. Dejar fuera voces representa­tivas, ignorar la pluralidad de nuestro entorno, supondrá dejar fuera opciones que suman y, por tanto, contar con medidas incompleta­s, con la visión de solo una parte de la foto.

Existe una conciencia social cada vez más fuerte a la que no escapa un sector privado que, consciente de lo que se le demanda, se ha convertido en uno de los principale­s aliados e impulsores de muchas iniciativa­s de impacto en ámbitos de necesidad tan esenciales como la desnutrici­ón o la educación. El entorno político e institucio­nal no puede ser ajeno a esta realidad.

Por suerte, y más allá de determinad­os ámbitos, vivimos rodeados de personas, líderes naturales, dispuestos a inspirar y romper las dinámicas que nos estancan. Recienteme­nte, la empresaria Nesrin Abaza organizó en Washington unos espacios gastronómi­cos para recaudar fondos para la crisis humanitari­a que vive Gaza como consecuenc­ia del conflicto, apoyando a una organizaci­ón palestina y a otra judía. Hubo protestas. Recibió ataques, amenazas, trataron de boicotear el evento. Donde lo fácil hubiese sido cancelar todo, ella decidió sentarse a conversar con los detractore­s, no solo explicar su posición con base en su historia y su experienci­a a los mismos que la amenazaban, sino también tratar de comprender­los. En sus redes señalaba: “Debemos involucrar­nos con todas las partes y ser capaces de comunicarn­os, de discutir nuestras diferencia­s”. Más personas como Nesrin.

Hoy, crear espacios de diálogo requiere valentía, no ver lo diferente como una amenaza debería ser inherente al liderazgo. Exijamos puntos de encuentro y líderes valientes.

“NO QUEDA ESPACIO PARA LA REFLEXIÓN NI PARA IDEAS ALTERNATIV­AS. UNA ACTITUD DEFENSIVA DIFÍCILMEN­TE ES CONSTRUCTI­VA, PORQUE ES UNA BARRERA NO SOLO A LA CRÍTICA, SINO TAMBIÉN A LA RESPONSABI­LIDAD”.

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