Dialogar es de valientes
Conflicto y diálogo dos conceptos aparentemente antagónicos; se entrelazan en una paradoja que encontramos (y vivimos) casi en cualquier momento de nuestra historia. Dice el refrán que “hablando se entiende la gente”, sin embargo, aun cuando sabemos que el diálogo es fundamental no solo para resolver conflictos sino para evitarlos y trabajar en contextos orientados a soluciones, el primer obstáculo es que lograr ese diálogo suele convertirse en el primer conflicto.
Nos hemos acostumbrado a un entorno en el que lo normal es cerrarle la puerta al contrario y lo criticable es tender puentes. Quizás el ejemplo más común lo tenemos en la política, aunque definitivamente no es exclusivo de este ámbito. Nos deja boquiabiertos que dos partidos políticos contrarios se sienten a conversar buscando puntos comunes que aporten al país, de hecho, nos hace sospechar… y por eso ocurre cada vez con menos frecuencia. La etiqueta de traidor sobrevuela las cabezas y desincentiva remar en una dirección: la de la gente.
La penalización que conlleva sentarse con aquellos que defienden otros intereses representa una pérdida de oportunidades. No es un secreto que diferentes perspectivas enriquecen, llevan a mejores propuestas, es el camino racional. Nos sorprendería lo que se puede aprender del mayor contrincante u opositor (la diplomacia se impone para no usar el término “enemigo”).
Si tan solo se diese una mayor predisposición a escuchar, a empatizar, la mitad del camino estaría recorrido. Decía Séneca: “No podemos aprender a hablar hasta que no aprendamos a mantenernos callados”. Eso requiere, fundamentalmente, humildad, más de la que estamos acostumbrados a ver. No podemos decir que no exista en los entornos políticos una disposición a la escucha, lo que sí podemos decir es que en demasiadas ocasiones es el eco de la voz propia.
Atrincherarnos en nuestras posiciones es el plan más seguro, pero no el que nos permite construir en el medio y largo plazo. Cuando ponemos el foco en defender nuestras ideas o posturas, dejamos de escuchar otros argumentos. No queda espacio para la reflexión ni para ideas alternativas. Una actitud defensiva difícilmente es constructiva, porque es una barrera no solo a la crítica, sino también a la responsabilidad.
Las decisiones y medidas que sientan las bases del desarrollo parten de la participación y el consenso entre los actores políticos, empresariales y sociales. Dejar fuera voces representativas, ignorar la pluralidad de nuestro entorno, supondrá dejar fuera opciones que suman y, por tanto, contar con medidas incompletas, con la visión de solo una parte de la foto.
Existe una conciencia social cada vez más fuerte a la que no escapa un sector privado que, consciente de lo que se le demanda, se ha convertido en uno de los principales aliados e impulsores de muchas iniciativas de impacto en ámbitos de necesidad tan esenciales como la desnutrición o la educación. El entorno político e institucional no puede ser ajeno a esta realidad.
Por suerte, y más allá de determinados ámbitos, vivimos rodeados de personas, líderes naturales, dispuestos a inspirar y romper las dinámicas que nos estancan. Recientemente, la empresaria Nesrin Abaza organizó en Washington unos espacios gastronómicos para recaudar fondos para la crisis humanitaria que vive Gaza como consecuencia del conflicto, apoyando a una organización palestina y a otra judía. Hubo protestas. Recibió ataques, amenazas, trataron de boicotear el evento. Donde lo fácil hubiese sido cancelar todo, ella decidió sentarse a conversar con los detractores, no solo explicar su posición con base en su historia y su experiencia a los mismos que la amenazaban, sino también tratar de comprenderlos. En sus redes señalaba: “Debemos involucrarnos con todas las partes y ser capaces de comunicarnos, de discutir nuestras diferencias”. Más personas como Nesrin.
Hoy, crear espacios de diálogo requiere valentía, no ver lo diferente como una amenaza debería ser inherente al liderazgo. Exijamos puntos de encuentro y líderes valientes.
“NO QUEDA ESPACIO PARA LA REFLEXIÓN NI PARA IDEAS ALTERNATIVAS. UNA ACTITUD DEFENSIVA DIFÍCILMENTE ES CONSTRUCTIVA, PORQUE ES UNA BARRERA NO SOLO A LA CRÍTICA, SINO TAMBIÉN A LA RESPONSABILIDAD”.