El baile de las frutas
“Se mueven las frutas” o “calibrando motores”, son dos expresiones coloquiales muy usadas en nuestras sociedades cuando una persona o un grupo humano, se dispone a realizar alguna actividad, acto o celebración que generalmente no entraña reserva alguna, pues anuncia deliberadamente sus intenciones con la finalidad de cobrar notoriedad, con la difusión y el impacto de la fementida obsesión.
El evento electoral que se avecina para el mes de marzo del año próximo, en el cual se elegirán totalmente a los nuevos gobiernos provinciales, cantonales y parroquiales, siendo alcaldes y prefectos las dignidades que más atención despiertan, como que ha despertado y sacudido la somnolencia de los ciudadanos que militan en partidos y movimientos políticos, y hasta de grupúsculos electoreros, dentro del inmenso y florido arcoíris ecuatoriano, que muchos “entendidos” en la materia lo desbrozan de izquierda a derecha cual gigante abanico que con los años no se alcanza a distinguir sus diferencias. Todos se dicen diferentes, únicos y salvadores. Todos son democráticos y populares. Todos representan al pueblo, pero al final en lo único que se distinguen es en servirse de la ingenuidad y buenas intenciones de la gran masa de ecuatorianos.
Ya se oye nombres y encuestas preliminares. Ya se anuncia asambleas, renovaciones de directivas, visitas a barrios y sectores a los que se proponen salvarlos de la indigencia. Pero, lo más indignante es que muchos ya trabajan para su propia reelección sin rubor y recato alguno, y asoman en inauguraciones, sesiones solemnes, anuncios de nuevas obras u obritas de pacotilla, es decir de todo lo que es rentable y cotizable en votos.
Desgraciada la hora en que la Constitución permite a las autoridades presidir sus propias campañas políticas, así como al mismo tiempo ser Presidente, alcalde, prefecto, concejal, gobernador, ministro y director de un partido, candidato o jefe de campaña de movimiento o grupo con inscripción y reconocimiento electoral. Demuestran el don de la ubicuidad.
La política en sí en lo más noble que el hombre dispone para servir e involucrarse en el desarrollo y progreso de una sociedad, pero tal como se la usa deviene en una abyecta aberración de politiquería y enriquecimiento juntos.