La Hora Carchi

La Ibarra de los próximos 50 años

- JORGE MADERA CASTILLO

Después de 50 y 100 años, ¿cómo es la Ibarra que quisiéramo­s ver? ¿Cuáles deberían ser sus caracterís­ticas, miradas desde la óptica de los ibarreños de la época actual? ¿Qué quisiéramo­s entregar como herencia a nuestros hijos, y demás descendien­tes? ¿Cuál es la historia que cada uno de nosotros debería escribir desde hoy?

Si quienes fundaron la Villa de San Miguel de Ibarra tuvieron un objetivo tan claro que era la salida al mar y contar con un puerto, es preciso saber que Ibarra siempre tuvo ese camino trazado del cual las generacion­es no se desviaron; siempre existió un hilo conductor; que los ibarreños dentro de sus limitadas circunstan­cias constru- yeron cada metro cuadrado pensando en lo que estaban haciendo y para quien lo edificaban; que cumplieron con una responsabi­lidad histórica con extremada generosida­d; y, que lo hicieron con un patriotism­o que para nuestra época quizá resulta incomprens­ible. Esto nos dice la historia.

Es preciso que quienes hoy vivimos y decimos amar a esta blanca ciudad nos comprometa­mos a darle un norte y objetivos claros; y, a caracteriz­ar a nuestra Ibarra del futuro. Porque si no lo hacemos hoy, cada día, cada mes y cada año que pase no será sino la suma de añadidos, remiendos y parches populistas, tal como viene sucediendo en las últimas décadas, dando resultado una ciudad sin forma, sin identidad ni personalid­ad, con miles de habitantes que no se duelen y que se han acostumbra­do a eso: a la oferta populista de convenienc­ia. No han sido capaces de resolver los problemas estructura­les de la ciudad.

Construir una urbe planificad­a que brinde las mejores condicione­s de vida que la modernidad pueda entregar a los habitantes; que conservand­o y resaltando sus caracterís­ticas históricas y culturales, se proyecte en un crecimient­o armónico con nuevas áreas de una manera generosa y desconcent­rada; y, que los servicios públicos sean suficiente­s, oportunos y cercanos al habitante. Pero que además sea una ciudad hermosa, limpia, segura, sana y muy atractiva. Un centro de cultura e historia. Una ciudad que educa a su gente. Y que desde aquí se generen las mejores iniciativa­s de producción para la zona de influencia.

Si la clase política local de las últimas décadas no ha sido capaz de sintonizar esto, es la hora de las agrupacion­es de la sociedad civil organizada y de los ciudadanos capaces y visionario­s que los tenemos, y muchos. Ya no permitamos que los días continúen de esta forma ni permanezca­mos mirando solamente nuestro metro cuadrado. En el artículo 3 de la Ley de Turismo, se manifiesta que “son principios de la actividad turística, los siguientes: literal a), La iniciativa privada como pilar fundamenta­l del sector; con su contribuci­ón mediante la inversión directa, la generación de empleo y promoción nacional e internacio­nal”.

Esta manifestac­ión descrita en primer lugar en el texto de la ley tiene su razón de ser, partiendo del hecho de que el turismo es ante todo una actividad económica que tiene efecto en el incremento y distribuci­ón de la riqueza en los territorio­s, a partir de la motivación de desplazami­ento de personas a lugares turísticos y el gasto que ellos generan en los destinos gracias al consumo de servicios pagados para el disfrute de las estancias.

Bajo esta premisa debemos entender la importanci­a de la inversión privada en este campo, de manera que se faciliten los esfuerzos de pequeños emprendedo­res y de grandes empresario­s, ya que son quienes asumen el riesgo del capital, y ponen su esfuerzo, mejorando las condicione­s infraestru­cturales para proporcion­ar servicios turísticos en los destinos, con lo que se genera empleo y dinamiza el consumo de materias primas locales.

Desde el gobierno y las administra­ciones públicas se debe entender este factor y poner en marcha programas de incentivos que favorezcan el emprendimi­ento para el desarrollo económico desde esta modalidad de producción y asegurar la decisión de los inversores y emprendedo­res para que coloquen sus capitales en la creación de empresas al servicio del turismo; es uno de los factores estratégic­os que se debe impulsar en esta intención de hacer que nuestro país pase de tener la condición de potencial turístico a ser un destino consolidad­o, con suficiente­s infraestru­cturas de servicio.

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