Homenaje a ‘Cimarrón Supremo’ con el libro ‘La palabra está suelta’
Nacido al norte de Esmeraldas, en el Cuerval, dejó un gran ejército que trabaja por el pueblo afroecuatoriano.
A un año de la partida terrenal de Juan García, el ‘Cimarrón Supremo’, destacado investigador afroecuatoriano, le rinden tributo con el libro ‘La palabra está suelta’, que recoge escritos de sus más allegados que hablan de este hombre que se dedicó a investigar sobre el ser afrodescendiente y a recuperar la memoria de este pueblo. Los compiladores son Juan Montaño e Isabel Padilla.
García, que fue el guardián de la memoria afro, supo investigar con amor y recopilar con paciencia muchos testimonios que hoy son las bases culturales para una investigación antropológica seria, refiere monseñor Eugenio Arellano, obispo de Esmeraldas en la presentación del libro.
Mientras que Catherine Walsh, catedrática de la Universidad Andina Simón Bolívar, recuerda al hombre que para investigar de su pueblo, caminó por el monte, por las comunidades ribereñas y mareñas del Pacífico y por las comunidades del Valle de Chota-Mira registrando los saberes propios y los testimonios de vida, fortaleciendo, reconstruyendo y documentando la memoria colectiva y dando pasos “casa adentro” hacia la afroetnoeducación.
Este hombre también fue por territorios de raíz africana, incluyendo África, el Caribe y los Estados Unidos; recibió una maestría en Historia de John Hopkins University (EE.UU.) en 1989; fue autor de más de 30 libros y artículos, y recipiente de varios premios y reconocimientos nacionales e internacionales por sus contribuciones culturales.
El sencillo investigador y educador
En las 152 páginas que tiene este libro se recogen las voces y testimonios de quienes querían a Juan García Salazar y que comienza con el relato de quien fue su compañera de vida por 25 años, Mónica Márquez que detalla pasajes importantes de sus vidas: su relación, su hogar, sus trabajos, sus familias, pero sobre todo destaca la calidad de ser humano sencillo, generoso y detallista que fue. “Juan era muy sensible con el dolor de los demás, por eso siempre fue solidario con los que necesitaban y regalaba lo poco que tenía”.
Isabel Padilla lo recuerda como la persona que sabía escuchar, orientar, aconsejar. Era un conservacionista, protector del territorio, los ancestros, la cultura, la unidad.
Sonia Viveros habla de la escuela de vida que fue Juan García para ella y muchos más investigadores y buscadores de las raíces afroecuatorianas; Edizon León lo recuerda como el sembrador de saberes que por los años 80, con grabadora y cámara en mano, se adentró con un grupo de jóvenes en el valle del Chota-Mira y los ríos y esteros de Esmeraldas buscando guardianes de la tradición, poseedores de saberes y conocimientos.
Homenaje
En el libro se leen las historias, el aprendizaje, los mensajes, el legado, las enseñanzas de al menos 30 de sus amigos, colaboradores, estudiantes, aprendices, escritores, investigadores, gestores culturales, palenqueros.
Escriben sobre el maestro, el amigo, el cimarrón que siempre pedía ir a las comunidades a hablar con los ancestros, con los abuelos, con los padres, los que tienen el conocimiento para aprender, reaprender y desaprender.
Destacan que les enseñó lo que significaba ser afrodescendiente, ser negro y orientó a muchos a buscar su verdadera identidad. Era el maestro, no solo por su trabajo con las comunidades, sino por su carácter espiritual y como escribe Alexander Ortiz Prado “tenía la capacidad de establecer o comprender, en el mejor de los casos, la vida material a través de las significaciones internas de dicha comunidad”.
La publicación también recopila las décimas, los arrullos y los poemas que fueron creados en su nombre.