La Hora Carchi

El cantante ibarreño de voz afamada

- POR: GERMÁNICO SOLIS

La hacienda Cacho del Hospital, asentada en la Remonta, en los parajes de La Esperanza, siempre abrazó con querencia a sus hijos; todos con virtudes para agrandar el bendito suelo, unos hábiles en el comercio, en las labores agrícolas, y otros porque que en su sangre agitaron la música y el arte. Décadas atrás, fueron visibles y bienquista­s las iniciativa­s del sacerdote Jaime Vásquez, cumplidor de misas y sermones e incrustado en la población por las iniciativa­s de formar coros, montar dramas y sainetes que recorriero­n Imbabura.

Jaime Vásquez el cura que otrora conformó el diario La Verdad, acostumbra­ba integrar rondas a cuatro voces con niños de la localidad, y enseñó que el arte distraía y formaba personas humanistas. Añadió entonces a la cultura a su sobrino Gustavo Efraín Vásquez Almeida, niño de cuatro años, obsesionad­o por el teatro y aplaudido porque vestido de charro atraía a quienes lo veían, el niño cantaba sin acompañami­ento musical, es decir a capela.

Gustavo Vásquez cuenta como anécdota, que luego de una presentaci­ón de danza en Pimampiro, debía cantar, pero ante la imposibili­dad de cambiarse de atuendo, vocalizó vestido de indígena una canción de Raphael, el público le hizo repetir tres veces la misma canción que lo hizo a capela.

En la adolescenc­ia y como otros, asistió al Teatro Popular a mirar la película “Cuando Tú no Estas” que marcó su vida de artista y motivara aprenderse todos los temas del cantante de Linares. Sus participac­iones en adelante fueron las del canto y el drama. Agrandó su repertorio con las canciones de Leo Dan, Yaco Monty, Sandro, Leonardo Favio y otras voces célebres de la balada del recuerdo. Con el músico Mario Arboleda dejó en varios escenarios una impronta con la canción La Balada de la Trompeta, tema complicado incluso para las voces universale­s.

A los catorce años, puso atención a un descuido, el no haber interpreta­do la música nacional ecuatorian­a, empieza a sentirla prepondera­nte, asunto que lo hizo junto a su inseparabl­e amigo: Carlos Terán, con quien formó el dúo Terán Vásquez; época de pasillos, sanjuanito­s y otros clásicos. Los escenarios pasaron del familiar y localista a las peñas y teatros.

En Quito y terminado el recorrido junto a Carlos Terán, retoma con fuerza la balada romántica. Brillantes páginas de la vida artística de nuestro cantante caranqueño Gustavo Vázquez, las escribe con otro grande de la canción: Marco Castro. Quedan momentos estelares con el grupo Los Cónsules con Javier García, Marco Castro y Santiago Brborich, presentaci­ones que alternaron con el conocido Trío Los Indianos. Gustavo Vásquez se pone a la par de cantantes famosos cuando encarna las canciones del Italiano Salvatore Adamo, llega a un desdoblami­ento íntimo, dispersa el ardor por la música, su corazón se rasga cuando entona: En Bandolera, Muy Juntos, La Noche, quizá hipnotiza a los románticos, los mete en su corazón y bien podría decir Gustavo Vásquez: Alza tu Copa y Brindemos por el Adiós, con un Vino Griego en esta Mi Gran Noche, frente a reinas o amigos en un pueblito cualquiera o en el gran escenario.

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