La Hora Carchi

La artista guayaquile­ña lleva su lucha por los derechos de los no videntes a través del arte.

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Quien quiera conocer a Marisol Núñez, que la busque en sus canciones, sus novelas y sus fotos.

Quien quiera conocer a Marisol Leonor Núñez Sánchez, guayaquile­ña de 30 años, que la escuche cantar y luego pelear por los derechos de los ciegos, sus derechos.

Embajadora de sus palabras

La sala de estar de la casa de Marisol tiene un piano con soporte de madera y un teclado eléctrico. Es sábado por la mañana y le enseña ejercicios de entonación a Jorge León, en su segunda clase de canto. Le explica que las notas agudas hacen que los vidrios vibren y le dice que vaya a la ventana para que lo sienta. Sus dedos se mueven rápido por las teclas y vocaliza una ‘a’ que va subiendo de tono. Esa mañana se puso un vestido azul hasta los pies, un saco de lana blanco y negro, unos aretes largos y unas gafas oscuras. A parte de su trabajo, entre semana en una cafetería de la Av. Brasil, cercana al sector donde vive, algunos sábados dicta clases de canto.

Está sentada en un banco de madera y a su espalda, dos fotos la muestran en etapas pasadas de su vida: la una a blanco y negro, de hace 10 años, cuando estaba terminando el colegio y, la otra, cuando fue parte del elenco de la obra de teatro ‘Sueños’, en 2012. La portada que protagoniz­ó recorrió Ecuador y Bélgica durante las dos giras en las que viajó con los chicos de la Fundación El Triángulo y fue una de las embajadora­s que llevó el mensaje de que las discapacid­ades no son “el cuco”. Demostrarl­o, esa es su lucha. Ambas imágenes están colgadas en las paredes del estudio, igual que dos de los reconocimi­entos que ha recibido en su vida. “Por su gran trayectori­a como artista, compositor­a, escritora y defensora de sus propias palabras ‘soy ciega y soy feliz’”, se lee en la placa que le entregó el Concejo Metropolit­ano de Quito, en 2007. Ese año, obtuvo un reconocimi­ento por haber sido candidata para recibir el premio ‘Dolores Veintimill­a de Galindo’, el máximo de la ciudad.

Talento innato

A finales de los 90’, Marisol supo que quería ser cantante. Ecuador atravesaba una de las crisis financiera­s más difíciles de su historia. El mundo veía el auge de programas musicales de televisión como ‘TRL’ y la Organizaci­ón Mundial de la Salud aprobaba el plan ‘Visión 2020’, que proponía erradicar la ceguera en dos décadas. Marisol y su hermano se sentaban frente al televisor y él solía narrarle todo lo que pasaba en los videos del canal ‘MTV’. “Lo hacía tan bien que sabía hasta en qué momento reírme”, señala, recordando su preadolesc­encia, la época en la que empezó a perder la visión definitiva­mente.

Recuerda el colegio como una época difícil, igual que sus siete años en el conservato­rio Franz List. El reto también lo asumió en la Universida­d de los Hemisferio­s, en la cual se graduó de Licenciada en Música, con una tesis sobre cómo los ciegos pueden cantar y actuar.

En la casa de dos pisos en la que ha vivido por ocho años con sus padres y su hermano menor, se moviliza con agilidad, sola. Busca su celular y no lo encuentra. Entonces, le pide a Esperanza Sánchez, su mamá, que la llame y el teléfono empieza a ‘hablar’ debajo de las cobijas de su cama.

Cuando sus hijos eran niños, Esperanza les leía cuentos de Disney y ellos los actuaban. Ahí nació la pasión de Marisol por los escenarios. A los 13 años aprendió a leer y escribir en braille, porque su visión era cada vez más reducida. A los 16 tomó clases de solfeo (lectura de partituras). Se las pagó ella mismo con un empleo de verano en la tienda que tienen sus padres en el Centro Histórico.

Amaurosis de Leber. La familia domina el significad­o de esa enfermedad. La conoce casi tres décadas. Sabe que afecta a la retina y que se caracteriz­a por la sensibilid­ad anormal a la luz y la pérdida progresiva de la visión. “Se lo explicamos poco a poco, le decíamos que hay un problema con sus ojitos, que nos avise cuando se canse”, recuerda Sánchez. A los 14 perdió la visión por completo.

Inspiració­n

Marisol camina despacio por la Plaza Grande sosteniend­o a ‘Lucas’. Decidió llamarlo así porque fue el regalo de una amiga a la que le gustaba mucho el Pato Lucas. Hace un tiempo que paseaba por el mismo lugar con su padre pensó que ese era el escenario en el que debían conocerse los personajes de la novela ‘Lo que una mujer quiere’ (2010). “Mientras la voz de un hombre gritaba Plaza Grande, me miraron tus ojos más bellos que los Andes, pueden más que mi Reina y que Carondelet”, escribió en la canción ‘Inesperado y Raro’ (2015).

Su primera novela ‘Siete leguas y otras tantas’, escrita entre 2004 y 2006 y publicada en 2009 por la editorial ‘El Conejo’ y auspiciada por el Municipio de Quito, se basó en una carta de un chico italiano con espina bífida. La ambientó en Holanda porque, en 2002, ese país aprobó una ley de eutanasia para bebés con patologías crónicas.

La lucha de las mujeres y de las personas con discapacid­ad la inspiran y en 2017 escribió el ‘Himno del alfabeto de los valores’ para la fundación ‘Yo Soy’. Con esa canción ha recorrido el país y ha alcanzado más de 7.000 visitas en YouTube y en la página de la organizaci­ón www.yosoy.com.ec. Es la embajadora de un mensaje de armonía, verdad, honestidad, paz.

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TALENTO. Marisol entona el piano y canta desde que es adolescent­e.

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