El precio de la democracia
Bien incomparable de las sociedades donde impera este sistema político que garantiza el derecho, la libertad y el respeto a las personas en un esquema de igualdad. Se puede afirmar que es una necesidad sentida y compartida por todos, es un anhelo profundo inmanente a la condición humana.
Sin embargo este estado ideal, no tiene una apreciación completa cuando se lo posee, muchas veces, pasa inadvertido o menoscabado, dando preeminencia a otros aspectos secundarios que nacen en la mente y que no responden a una bien estructurada escala de valores.
Esta actitud de inconformidad, produce tremendas distorsiones que son aupadas por los rebeldes sin causa que no se adaptan a los códigos de la ética, de la moral y el orden, de ese Estado que garantiza el bien común y el desarrollo equilibrado de la sociedad.
Es cierto que no existe el Estado perfecto, existen muchas aproximaciones que se han ido estructurando a lo largo del tiempo y que sirven de muestra o paradigma para otros. En el contexto mundial están esas naciones, esos ejemplos. En la vieja Europa tenemos a Suiza y Francia, en América al Canadá, Costa Rica y en algún momento al Uruguay. En el oriente medio estuvo situado el Líbano hasta la arremetida de la violencia Palestina
La democracia entonces tiene un precio y, este es, la seriedad y madurez del hombre universal para aquilatarla y preservarla de los embates inevitables de exóticas tendencias que, por la banal compulsión del cambio, encuentran la anarquía y la destrucción. En este grupo de las sociedades que perdieron la paz, el equilibrio y el bienestar económico se encuentran: Venezuela, Nicaragua, y Bolivia y, está por resolverse, la suerte del Brasil y la Argentina: mentadas patrias del “socialismo del siglo XXI”.