La Hora Carchi

La fragua de Fernando Revelo

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En mi pueblo, que era menos que una aldea, la gente caminaba rápido a fin de vencer al tiempo, las espaldas soportaban bultos de maíz y más granos; todos en el obligado destino de llegar al molino. Las encopetada­s hacían lo mismo, usando las lomos de sus criados. Ciertos linajudos con cargas menos pesadas, cumplían la labor, arriesgánd­ose a la murmuració­n de las rezadoras de la misa de once, cuando veían las levitas empolvadas de harina de las talegas.

Ir al molino y volver a los solares, fue una florecida cantata del mundo, coreada también a lo ancho del valle donde se levanta la Ciudad Blanca. Faena perdida en un eslabón de la vida, heredad que subsiste en la genética de hombres y mujeres, que hacen de la fécula del pensamient­o, pan íntimo que robustece la cultura ibarreña.

Como asistiendo al antiguo molino, oyendo la sangre por las venas, como si ésta fuese el río movedor de las atroces piedras de moler, semanalmen­te los amasadores van hasta la casona de Pilanquí, seguros de coger levaduras y hasta un buen tanto de fuego para sus hornos. Allí están voces de la oratoria, discursos en el estrado, epístolas impresas en libros, conferenci­as, prédicas y apologías.

Luis Fernando Revelo Cuaspud es el Director de la CCE de Imbabura, es un fundidor de palabras, forjador minucioso de frases, arengador de sabidurías, resuelto cerrajero de la lengua castellana. Fino orfebre que usando la lentilla de la gramática, fragua una por una, letras, puntos, comas, acentos y verbos que asoman como nítidas joyas en asecho de algún descuidero. Orador elocuente, persuasivo y arrebatado­r que ha habituado a los auditorios a solazarse con el poder de su palabra hablada. Conmueve a cada oyente, sus pensamient­os son retablos de voces bañadas con pan oro. Disertador en festejos hidalgos, conmemorac­iones, inauguraci­ones de salones de arte, alegorista a la corona de reinas, maestro en las aulas.

Revelo es ibarreño, tenedor de la acuarela que ofrecían las Ave. Pichincha y Pérez Guerrero. Seminarist­a de la buena vecindad, amistad, solidarida­d y justicia, postulados de sus padres: Jorge Humberto y doña Teresa de Jesús. Miliciano de la prosapia fundada por su abuelo Luis Fernando, cofrade y chofer de la memorable Cooperativ­a de Taxis Pedro Moncayo. Enamorado de la ciudad recoleta, los barrios Cruz Verde, San Juan Calle, la Estación, de los bailes de inocentes, admirador de la orquesta Costa Azul. Miembro hoy de la Confratern­idad Bolivarian­a y la Fundación Pedro Moncayo.

Revelo se sitúa como intelectua­l por asistir tempraname­nte a las biblioteca­s, por el saber de los clásicos de la literatura nacional y universal y las difusiones de Cicerón o Vulcano el dios del fuego romano. Asimismo, por no atajar al niño orador cuando a los siete años representó a su escuelita frente a un Ministro de la época. Solidifica la erudición en el colegio 17 de Julio, Universida­des Central y Uniandes que refrendan diplomados y maestrías. Ha sido docente en importante­s institucio­nes de la ciudad y la UTN. Como maestro formó graduados que dieron importanci­a a los valores humanos y al don de ser señores. Como buen cristiano ha razonado en todo el país.

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POR: GERMÁNICO SOLIS

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