Males de la humanidad
Se dan por falta de formación o visión subjetiva que nos inducen al error, a un destrozo moral y físico, dejando a los seres humanos desengañados, decepcionados y amargados por los golpes soportados en las distintas circunstancias adversas de la vida. No es difícil ser racionales y darnos cuenta de que: discutir no alimenta, reclamar no resuelve, que la desesperación es una forma de cobardía, que la indignación no auxilia, que la lengua de un mudo vale más que la de un mentiroso, que la calumnia es una mancha que ni el tiempo puede borrar, que los chavales y serpientes son menos venenosas que los hipócritas. Por qué no d td ltit es una lepra del alma que no lleva a nada, que las lágrimas vacían el corazón lleno de dolor, que el valor es el escudo de la virtud y el bien, que la irritación intoxica y que el sufrimiento es el mejor maestro del hombre.
Si no enmendamos nuestros errores jamás podremos transformar nuestra vida en una fuente de regeneración, alegría y paz. La vida siempre nos advierte a tiempo lo mal que obramos; si tenemos un vicio o cometemos una falta, se presenta de cuerpo entero en nuestro organismo o en nuestro espíritu. Lo que no será bueno para otros, no será bueno para nosotros; personas heridas hieren a otras, personas curadas curan a otras, personas amadas lo hacen con fuerza; los orgullosos, amargados, antipáticos molestan a otras personas que están a su alrededor; quien no se transforma jamás podrá transformar a otras personas.
Para evitar tantos males es necesario el “propio dominio”, bt dit t judiciales a nuestra naturaleza; dominio que cada día adquiere mayor importancia moral porque detiene al carácter, a los sentimientos, con mano firme para sujetar los malos instintos con el fin que no entren como fieras salvajes a pisotear o destruir el huerto de la bondad y delicadeza que a diario cultivamos con esmero.
Conforme avanzamos en edad y toma forma la razón ya podemos darnos cuenta de lo que es placentero o doloroso y abstenernos de los coléricos arrebatos para no tener que arrepentirnos luego. Muchas veces cuesta, pero hay que aprender a domar las malas acciones, la violencia y la lengua; sacrificar la ira en pro de nuestro propio bienestar para ser respetados y apreciados por todos. Nunca olvidemos que los males de la humanidad, las pasiones malsanas y antisociales, manchan nuestra conciencia, perdemos la libertad moral y jamás podremos triunfar porque con ello hemos amenazado
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