La Hora Carchi

Males de la humanidad

- RUBY ESTÉVEZ

Se dan por falta de formación o visión subjetiva que nos inducen al error, a un destrozo moral y físico, dejando a los seres humanos desengañad­os, decepciona­dos y amargados por los golpes soportados en las distintas circunstan­cias adversas de la vida. No es difícil ser racionales y darnos cuenta de que: discutir no alimenta, reclamar no resuelve, que la desesperac­ión es una forma de cobardía, que la indignació­n no auxilia, que la lengua de un mudo vale más que la de un mentiroso, que la calumnia es una mancha que ni el tiempo puede borrar, que los chavales y serpientes son menos venenosas que los hipócritas. Por qué no d td ltit es una lepra del alma que no lleva a nada, que las lágrimas vacían el corazón lleno de dolor, que el valor es el escudo de la virtud y el bien, que la irritación intoxica y que el sufrimient­o es el mejor maestro del hombre.

Si no enmendamos nuestros errores jamás podremos transforma­r nuestra vida en una fuente de regeneraci­ón, alegría y paz. La vida siempre nos advierte a tiempo lo mal que obramos; si tenemos un vicio o cometemos una falta, se presenta de cuerpo entero en nuestro organismo o en nuestro espíritu. Lo que no será bueno para otros, no será bueno para nosotros; personas heridas hieren a otras, personas curadas curan a otras, personas amadas lo hacen con fuerza; los orgullosos, amargados, antipático­s molestan a otras personas que están a su alrededor; quien no se transforma jamás podrá transforma­r a otras personas.

Para evitar tantos males es necesario el “propio dominio”, bt dit t judiciales a nuestra naturaleza; dominio que cada día adquiere mayor importanci­a moral porque detiene al carácter, a los sentimient­os, con mano firme para sujetar los malos instintos con el fin que no entren como fieras salvajes a pisotear o destruir el huerto de la bondad y delicadeza que a diario cultivamos con esmero.

Conforme avanzamos en edad y toma forma la razón ya podemos darnos cuenta de lo que es placentero o doloroso y abstenerno­s de los coléricos arrebatos para no tener que arrepentir­nos luego. Muchas veces cuesta, pero hay que aprender a domar las malas acciones, la violencia y la lengua; sacrificar la ira en pro de nuestro propio bienestar para ser respetados y apreciados por todos. Nunca olvidemos que los males de la humanidad, las pasiones malsanas y antisocial­es, manchan nuestra conciencia, perdemos la libertad moral y jamás podremos triunfar porque con ello hemos amenazado

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