El 28 de septiembre de 1606 se funda la Villa de San Miguel de Ibarra, en el Valle de Carangue.
Los españoles se asentaron en la tierra de varios indios caranqueños, principalmente en las estancias de Antonio Cordero y de Juana Atabalipa. El juez poblador Cristóbal de Troya encontró que la Villa era el sitio para el asiento y señaló los linderos en el que formó un cuadrilátero de nueve cuadras por banda, a partir del río de Carangue. En la plaza mayor (centro) se colocó un grueso madero que serviría de horca y cuchillo, símbolo de justicia y regimiento.
Lo que motivó la construcción de Ibarra, fue la necesidad de crear un lugar de paso entre Quito y Pasto, y que sea un sitio que facilite la pronta llegada al mar. Miguel de Ibarra, en ese entonces VI presidente de la Real Audiencia de Quito, en obediencia al Rey Felipe de España, dio orden de fundar la ciudad bajo la protección del Arcángel San Miguel:
“En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, en quien debemos creer y adorar; tomando por intercesora a la soberana Virgen María, Nuestra Señora, para alcanzar misericordia y merced, y por abogado y patrón al Príncipe de los Ángeles y Arcángeles San Miguel”.
El escribano público, Pedro Carvallo, leyó el acta de fundación y dio testimonio de que se practicaron las restantes ceremonias usadas en tan trascendentales actos. “En la plaza y en nombre de la Católica Real Majestad, del Rey Don Felipe, nuestro Señor, y en virtud de que dicha comisión ha poblado y fundado la Villa de San Miguel de Ibarra y puesto horca y cuchillo en ella; que si había alguna persona que lo contradijera, que estaba presto a poner su vida en la defensa y amparo de dicha villa, en nombre de su majestad, como su leal vasallo”. Los que estaban presentes también respondieron que eran leales para amparar la Villa. Los testigos fueron el capitán, Don Diego López de Zúñiga, corregidor y capitán, Rodrigo de Miño, Antonio de Carvajal y otras personas.
En el plano de la villa se trazaron 81 cuadras y cada una se dividió en cuatro solares. El fundador repartía por suerte a los nuevos vecinos que se registraban. Los edificios principales, casas de cabildo, iglesia matriz, los conventos de La Merced, San Agustín, el monasterio de La Concepción obtuvieron solares donde ahora se hallan. El primitivo hospital, la carnicería y el tejar estaban afuera del recinto urbano, estaban ubicados al borde del río Tahuando, al norte de San Francisco. Al lado opuesto a la salida del camino de Ibarra hacia Otavalo, a orillas del rio Ajaví dedicó tres solares, tapa “tambos reales”, hospedería de viajeros y arrieros.
En la villa se establecieron conventos y comunidades como en Quito, sin duda porque al fundarse la villa existían ya en el valle caranqueño las comunidades, los mercedarios. Las calles eran más estrechas pero cambió luego del terremoto de 1868 cuando la ciudad se destruyó. Toda Villa debía contar con ejido, propios del cabildo y rancherías para los indios.