Honrar
A la familia es honrarse a sí mismo. Nada más santo que el hogar, ese hermoso tabernáculo donde se guardan las dulces intimidades de la vida, es la cuna de los pueblos, el eje de muchas virtudes e innumerables alegrías. Cómo no honrar a nuestra familia, donde nos preparan para la lucha del porvenir, un hermoso relicario que tiene el don del alma y de la vida. Familia, núcleo que nos posibilita todo tipo de relaciones: de autoridad (con nuestros padres), con nuestros hermanos de ternura, de resolución de conflictos, etcétera. Es importante tener presente siempre a la familia en todos los actos de nuestra vida, ser agradecidos con ella, ayudando a mejorar las características de nuestra escuela de la felicidad donde aprendemos a ser humanos. Cierto es que no hay familia “perfecta” pero, tenemos que agradecer al Creador lo que nos ha dado; el que reniegue de su familia nunca puede ser feliz porque reniega de sus raíces. La familia es el mejor apoyo en momentos de dificultad, la bendición de ella es un regalo de amor; todo puede acabarse, pero en nuestra familia podemos encontrar la motivación para levantarnos y seguir. No podemos cerrar nuestros oídos cuando la familia habla, la indiferencia también es violencia, más bien agradecer, eso sí es una gran virtud, nunca debemos dar la espalda a la familia, al contrario apoyarla, disfrutando juntos sin individualismo de esa fuente de fortaleza y ánimo. En ella debe existir una dinámica de perdón y reconciliación, solo el que es capaz de perdonar es capaz de amar; es la mayor fuente de amor, con la colaboración de todos sus miembros se puede construir unidos; la casa puede temblar, pero la familia no cae frente a las dificultades.
No todos en la familia somos iguales, pero en la diversidad se forja el verdadero valor porque somos fuente de esperanza frente a los problemas de los que amamos. Algunos consideran que la familia es un plato difícil de preparar, son muchos ingredientes que mezclar, no es para cualquiera; a veces da ganas de desistir, pero si lo logramos también es un plato que emociona, donde la gente llora, ríe, cae, se levanta, van y vienen, se prepara la comida a su gusto y manera.
Hay familias dulces, otras medio amargas, otras con mucho condimento, así como otras que nada les gusta, pero de lo que sí estamos seguros que siempre hay momentos de gozo, nada comparables; la mezcla buena está en el amor, unión y abnegación entre sus miembros, donde las alegrías en común son más intensas y más soportables las tristezas. La inestimable cualidad de la bondad se forma primero en la familia para luego transmitir a los demás.