La Hora Carchi

Honrar

- RUBY ESTÉVEZ

A la familia es honrarse a sí mismo. Nada más santo que el hogar, ese hermoso tabernácul­o donde se guardan las dulces intimidade­s de la vida, es la cuna de los pueblos, el eje de muchas virtudes e innumerabl­es alegrías. Cómo no honrar a nuestra familia, donde nos preparan para la lucha del porvenir, un hermoso relicario que tiene el don del alma y de la vida. Familia, núcleo que nos posibilita todo tipo de relaciones: de autoridad (con nuestros padres), con nuestros hermanos de ternura, de resolución de conflictos, etcétera. Es importante tener presente siempre a la familia en todos los actos de nuestra vida, ser agradecido­s con ella, ayudando a mejorar las caracterís­ticas de nuestra escuela de la felicidad donde aprendemos a ser humanos. Cierto es que no hay familia “perfecta” pero, tenemos que agradecer al Creador lo que nos ha dado; el que reniegue de su familia nunca puede ser feliz porque reniega de sus raíces. La familia es el mejor apoyo en momentos de dificultad, la bendición de ella es un regalo de amor; todo puede acabarse, pero en nuestra familia podemos encontrar la motivación para levantarno­s y seguir. No podemos cerrar nuestros oídos cuando la familia habla, la indiferenc­ia también es violencia, más bien agradecer, eso sí es una gran virtud, nunca debemos dar la espalda a la familia, al contrario apoyarla, disfrutand­o juntos sin individual­ismo de esa fuente de fortaleza y ánimo. En ella debe existir una dinámica de perdón y reconcilia­ción, solo el que es capaz de perdonar es capaz de amar; es la mayor fuente de amor, con la colaboraci­ón de todos sus miembros se puede construir unidos; la casa puede temblar, pero la familia no cae frente a las dificultad­es.

No todos en la familia somos iguales, pero en la diversidad se forja el verdadero valor porque somos fuente de esperanza frente a los problemas de los que amamos. Algunos consideran que la familia es un plato difícil de preparar, son muchos ingredient­es que mezclar, no es para cualquiera; a veces da ganas de desistir, pero si lo logramos también es un plato que emociona, donde la gente llora, ríe, cae, se levanta, van y vienen, se prepara la comida a su gusto y manera.

Hay familias dulces, otras medio amargas, otras con mucho condimento, así como otras que nada les gusta, pero de lo que sí estamos seguros que siempre hay momentos de gozo, nada comparable­s; la mezcla buena está en el amor, unión y abnegación entre sus miembros, donde las alegrías en común son más intensas y más soportable­s las tristezas. La inestimabl­e cualidad de la bondad se forma primero en la familia para luego transmitir a los demás.

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