La otra cara de la navidad
La navidad conmueve al mundo por su luz de esperanza que brilla siempre al final de las tinieblas, la navidad es reflejo de lo que somos: personas en proceso de evolución atravesando obstáculos que se presentan en forma variada a nivel personal y familiar. La navidad no debería ser una fecha específica en el año, debería ser una actitud frente a la vida porque hay que comprender que nuestra existencia no se programa sino que simplemente hay que aceptarla y caminarla, pero nunca dejándose al abandono; por lo contrario, siempre con la entereza que nos enseñó Jesús, de esta manera podremos salir de los obstáculos que se presenten confiando que siempre habrá una mano que te apoyará en los momentos más oscuros.
La navidad es el tiempo para recobrar el significado del amor por uno mismo; y, por los demás sin importar su procedencia, religión o ideología, este es el legado que nos dejó el niñito que nació hace más de dos mil años acompañado de dos viajeros que no pudieron encontrar acogida más que en un establo, entre ganado y ovejas.
Este acontecimiento que se lo concibe como divino debido a que regocijó al cielo y a la tierra porque transformó con su mensaje esperanzador a la humanidad, es ante todo humano sí cada uno de nosotros ponemos en práctica las enseñanzas del líder entregado al servicio de todo su pueblo, que a pesar de las adversidades nunca claudicó a sus principios. Nos lleva a analizar la importancia de nuestras vidas pero principalmente la responsabilidad que tenemos para contribuir a concretar una mejor sociedad.
Esta actitud implica renunciar al egoísmo, a la arrogancia, a la prepotencia para entregarlo todo y ese “todo” que para muchos puede tener un valor importante no es suficiente, porque como lo manifiesta el Papa Francisco: “Hay que aprender a amar hasta el extremo”.