Los villancicos
Son las mejores plegarias cantadas en Navidad, generan ternura donde la oración del anciano, joven y niño lo entonan como su mejor plegaria. En la Buena Nueva de cada Navidad renace la fe, la tradición, el sentido de unidad y solidaridad; esa luz que nos guía e ilumina por el camino que nos lleva a descubrir los secretos de Dios acompañados de la música que implora y la melodía que resume lo más puro del sentimiento íntimo.
La novena, el sahumerio saturado de olores campesinos, los chisperos le acompañan a María en su largo camino de la mater- nidad que cobra un significado profundamente humando en todo creyente. Es el momento para agradecer: a Dios que escogió a una adolescente ingenua para madre de su hijo, la visita del Ángel porque abrió los ojos de María al hermoso misterio, y a José que aceptó con humildad refugiándose en el silencio y la meditación con todo su amor.
Se cantan los villancicos que es una ternura agradecida de los seres humanos por la luz que resplandece cada año en las tinieblas, gozamos de la intimidad de Jesús haciendo de nuestra vida ordinaria un canto permanente a la grandeza de Dios; con la alegría de la venida del Salvador se calman y acaban las indecisiones, las penumbras que angustian nuestro pobre corazón. Ayer nació en Belén cada año nace en nuestro corazón con la alegría de nuestro ser y con la esperanza nunca defraudada. Cada villancico tiene la fuerza suficiente para abrigar la paja fría, penetra en el calor humano de las cunas improvisadas; las ennoblece, engrandece, mueve los corazones duros dándole ternura inagotable a la fe, la esperanza y el amor. Luces, árboles, colorido una nueva faz matiza las casas, las calles porque va a nacer el Niño que penetra tan hondo en la tierra, inocente que desvalido reclama el cariño de la humanidad, su generosidad para no sentir frío y abandono.
Dulce Jesús Mío, mi niño adorado busca el cambio radical de actitudes del hombre orgulloso y soberbio que vive entre excusas y comodidades, que no quiere entender y desea continuar adormecido aquí en la tierra, mendigando miseria por los caminos, andan sedientos por el desierto cuando en María, y en su hijo hay tanta riqueza.