La década de espejismos
Terminó el año. Los ecuatorianos se preguntan ¿qué hicieron como personas que pertenecen a la familia y a la sociedad? El último día del año se hace un ritual tradicional: la quema del monigote, símbolo de ilusiones incumplidas, o metas alcanzadas con tenacidad y esfuerzo. Frustraciones, disgustos que detienen el camino del progreso y crecimiento intelectual, afectivo y laboral.
También se preguntan, ¿qué hicieron los gobernantes por cada uno y por el país? Los ecuatorianos confían en la democracia. Pusieron su destino en pocas manos.
Las últimas medidas del Gobierno todavía no se las comprende totalmente, tampoco se aceptan a conciencia. Ecuador pertenece al grupo de países subdesarrollados que ha sufrido parálisis económico y moral. No está capacitado para enfrentar el impacto de los ajustes al valor de las gasolinas y del diésel. Este arreglo golpea al trabajo productivo y a la familia. Impacta además los recortes de personal en el sector público. Decisiones que quitan puestos de trabajo y de salarios.
Si se pudiera poner en una balanza la revisión de los precios de los combustibles en un plato, y en el otro, la gigante burocracia, con certeza se inclinaría más el costo los combustibles porque altera a la sociedad de 16 millones de habitantes. Los burócratas son una masa de privilegiados. Con preciadas excepciones, la mayorá trabaja en el sector público por la suerte de un movimiento político que llegó al poder y se quedó 10 años por la ingenuidad de los votantes.
Si las personas del actual Gobierno se hubieran formado en el pensamiento y práctica de la libertad, sencillamente cerrarían al menos tres decenas de ministerios y secretarías inútiles. Lo empleados que saborearon las delicias del poder y sintieron felicidad con sueldos de mimados, tendrían que ir a sus casas, buscar trabajo y luchar por conseguirlo, como los ciudadanos del mundo, desde un fontanero hasta el científico. La burocracia necesita el alimento anual de 9.500 millones de dólares por año. Más que los subsidios de los combustibles y el gas. El Gobierno no mira la situación económica y social con perspectivas de un futuro inmediato y más aún, de largo tiempo.
El país vivió una década de espejismos, se engañó en el encanto de la riqueza de papel y la decepción de la corrupción.
La austeridad, la inversión en la producción y la multiplicación de puestos de trabajo son fuentes próximas de desarrollo y bienestar. El sueño de una vida de paz con trabajo bien pagado, educación y servicio de salud de calidad, no pueden ser arruinados por una sucesión de gobiernos, presidentes, alcaldes y burócratas.