Un solo grito: ¡PAZ!
Los casos de ‘Martha’ y Diana Carolina representan un patrón que gobierna Ecuador: la violencia.
A través de un comunicado oficial, el Sistema de Naciones Unidas en Ecuador condenó los actos de violencia contra mujeres ocurridos en los últimos días en el país y se solidarizó con las víctimas y sus familiares.
Muchos argumentos se viralizaron en torno a lo que sucedió previo al femicidio de Diana Carolina Ramírez Reyes, en Ibarra. La realidad es que todo partió de una de las varias discusiones que la pareja mantenía. Los casos de ‘Martha’ y Diana representan un ‘epicentro’ de una sociedad violenta. Daniela Salazar, vicedecana de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), asegura que el Estado no está respondiendo de forma oportuna ante las denuncias cotidianas en las que, muchas veces, se piden pruebas con estándares que no se ajustan a la realidad.
En un contexto en el que el 18% de casos de femicidio, en 2018, registraba antecedentes de violencia, Salazar menciona que uno de los problemas más graves es que no se les cree a las denunciantes.
En Imbabura, donde ocurrió el femicidio de Diana Carolina, las autoridades de la provincia, junto al subsecretario de Orden Público del Ministerio del Interior, establecieron líneas de acción para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos nacionales y extranjeros. Además, ayer hicieron un llamado a la no xenofobia, que se presentó el pasado domingo en la ciudad.
IBARRA • En parques, paradas de buses, semáforos, estacionamientos… eran los sitios en los que se concentraban los ciudadanos venezolanos para pedir colaboración a los ibarreños y así tener algo para poder alimentar a sus familias. Sin embargo, la historia cambió.
Los hechos suscitados el reciente domingo, en la que un grupo de personas que participó de una marcha para condenar la violencia de género, desató la violencia. A especie como si de la película ‘La Purga’ se tratara, este grupo enardecido localizó una vivienda en la que se encontraban venezolanos, ellos fueron despojados de sus pertenencias, las cuales posteriormente fueron quemadas en las calles.
Hombres, mujeres y niños venezolanos fueron forzados a salir de las residencias en donde vivían, algunos que se encontraban en las calles también fueron perseguidos. Una mujer con sus hijos corrió por las calles para evitar a que la turba actuara en su contra, la Policía tuvo que intervenir para no desatar más caos en la ciudad. La situación presentada obligó a varios de los migrantes a abandonar Ibarra, sin rumbo fijo.
Situación
Estos hechos hicieron que ayer, en sectores donde diariamente se apostaban los extranjeros, estén abandonados. En los últimos meses, en la Av. Mariano Acosta, en especial en los semáforos, varios venezolanos limpiaban los parabrisas de vehículos y otros vendían bebidas energizantes y confites; ayer, la situación fue distinta, no existían migrantes.
Algunos venezolanos que llegaron a la Ciudad Blanca, lograron conseguir empleo, pero con la situación del domingo, prefirieron no salir. Tal es el caso de que en un abasto de la avenida Pérez Guerrero, había tres migrantes que laboraban en este centro de expendio de productos de primera necesidad.
Marlene Miño, propietaria del lugar, sostuvo que lamentablemente “los tres chicos tuvieron que quedarse en su cuarto, me llamaron a decir que no sabían si volverían a trabajar por esta situación. Realmente me da pena que se haya llegado a este punto, los chicos eran muy trabajadores y respetuosos”.
Miño comentó que la acción de un grupo de ibarreños en contra de los venezolanos no fue la adecuada. “No se puede culpar a todos por lo que su paisano hizo, o acaso todos los ecuatorianos son violadores por lo que pasó con la chica de Quito, el domingo protestaron por la violencia y terminaron haciendo violencia, pegaron a inocentes que nada tuvieron que ver con el asesinato”.
Se conoció que varios venezolanos huyeron a otros cantones por su seguridad. En el centro de Ibarra se ubicó Policías para evitar que los hechos suscitados el reciente fin de semana, vuelvan a ocurrir.