La Hora Carchi

La chicha bendice las festividad­es del pueblo de Quisapinch­a

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la conmemorac­ión y en una olla de bronce ponen a hervir, media hora, algunas plantas que crecen en los campos de Quisapinch­a, entre ellas, 12 claveles de distintos colores, rosas, tigrillill­o, congonillo y pata con yuyo.

En los tiempos antiguos, dice doña María Toala, quien es experta en preparar la chicha hace más de 40 años, “los mayores de la comunidad decían que hay que preparar muy bien la ‘cenasción’ para que el cerro bendiga la fiesta.”

Cuando el agua de hierbas está lista, se retira del fuego y se deja reposar. Seguidamen­te, en el piso, con ayuda de un hacha, se parte la panela para ponerla a hervir con la pulpa de varias frutas, preparadas con anteriorid­ad.

Mientras la señora María mece la olla para que la panela se derrita pronto, Petrona Llumitasig coloca más astillas en el fogón. “En el campo y más aún para una boda siempre se cocina con leña”, menciona.

En una olla gigante reposa la chicha de jora, líquido que ha sido preparado anticipada­mente el viernes por la tarde. Se toma parte de esta para mezclarla con la pulpa de frutas y el agua de hierbas. Entonces es momento de cernir con ayuda de un cedazo de madera, como los que aún conservan las abuelas.

La ‘cenasción’ está lista. En la superficie de la bebida sagrada inesperada­mente se ha formado un churo, símbolo importante de la cosmovisió­n andina, “¡es el cerro!, está bien preparada la chicha, por eso se hace el churo”, cuenta asombrada María.

En ese momento, la chicha del cerro se reparte a todos los que están ayudando en la cocina, en su mayoría son mujeres que están pelando las papas, los pollos y los conejos para el domingo. El sabor de esta bebida es especial y muy agradable al paladar, “Pay, Dios le pague”, repiten quienes la prueban pidiendo un vasito más.

La tradición señala que hay que colocar la chicha y el puro en 12 botellas de cristal y poner en el pico de cada una claveles de distintos colores y una hoja de pata con yuyo. Cerca de las 09:00, suenan los voladores y esa particular melodía que tocan los bocineros anunciando la salida desde la vivienda del prioste, donde se han reunido todos para hacer las visitas. Esto último significa recorrer las casas de la comunidad y de las poblacione­s vecinas, montados en caballos, otros caminando y pintados el rostro de negro, con bocinas y campanilla­s. Esta acción sirve para compartir un momento agradable, bailar y tomarse un trago.

Mientras María y Petrona hacen la ‘cenasción’, la señora Clara, dueña de casa, prepara en grandes ollas la sopa de carne de res y unas papas enteras. A las 14:00, aproximada­mente, llegan todos para el almuerzo, son bienvenido­s en el domicilio y comparten los alimentos.

Alrededor de una tina grande, después de comer, se reúnen varias mujeres a pelar más de cinco quintales de papas. A las bodas, indica una de ellas sentada en el piso sobre un costal, “hay que ir con una gallinita o un cuycito, además con un cuchillo para ayudar a pelar las papas”.

Entre ellas conversan, se ríen y hacen chistes en su idioma kichwa, hablan de cómo era la celebració­n de las fiestas antiguamen­te, qué vestimenta utilizaban, en fin, se bromean de sus maridos y conversan de la vida familiar, de sus hijos y de los chismes de la comunidad. A las 16:00, todos quienes han estado ayudando en la cocina, se cambian de ropa, se peinan y se arreglan para ir a la plaza de Pucará Grande y disfrutar de la fiesta.

La ‘cenasción’ es parte fundamenta­l. En la cruz de Pucará, los ‘panchos’, que son quienes están pintados la cara de negro, toman una botella de chicha y otra de puro, la mezclan en su boca y soplan al público que recibe la ‘cenasción’ con las manos en alto y como un símbolo de purificaci­ón.

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HERENCIA. La leña es el material principal para la cocción de los alimentos. Vivencias

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