Violencia y xenofobia

Se cuenta que cuando el general MacArthur fue relevado de su mando pronunció un discurso histórico ante el Congreso de EE.UU. Subrayó que la solución que necesitaba la humanidad era espiritual: “El problema involucra un espíritu de renacimiento y mejoramiento del carácter humano. Debe ser del corazón, si nosotros queremos salvar la carne”.

Nuestra época se tornó peligrosa y hostil. El cuadrante de los tiempos acusa signos nefastos, gravísimos disturbios. ¿Acaso no nos damos cuenta, cómo se descalabran en un momento la vivencia de los valores, cómo se balancean a manera de ebrios los seres humanos, cuando forman parte de una turba enardecida, estremecidos al frémito rugiente de las bajas pasiones que se enfurecen y se desbordan? Por doquier afloran los crímenes, violaciones, atracos, homicidios, femicidios, agresiones, amenazas… Hay crisis individual presa de un hedonismo aberrante, crisis en la armonía de las familias, crisis en los hábitos sociales, donde ya no tiene cabida la buena fe.

En fin, hay crisis de amor, de paz. La raíz de todo esto está en el corazón enfermo del ser humano. Y cuando el corazón está enfermo decía Jesús, “de dentro salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, la avaricia, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todo esto sale de dentro y contamina al hombre”.

Lo acontecido el día domingo, a propósito de la muerte repudiable de Diana y el posterior ataque a los venezolanos, reflejan lo depravado del corazón del hombre, el clímax de la locura humana.

Urge volver a Dios, clamar por un corazón nuevo, reconstruir al ser humano, educando a los niños, para no castigar a los hombres, como lo dijo Pitágoras.