Entre lo mágico y natural
La medicina occidental formal ha intentado aniquilar a la medicina tradicional y sus agentes. El médico occidental, debido a su formación, difícilmente ha intentado acercarse a los agentes naturales de salud indígenas; a esto se suma la constante invasión cultural, comercial y política que cambia tanto los hábitos de alimentación, la concepción de salud, así como la cosmovisión de los pueblos indígenas, que aún mantienen las prácticas de medicina ancestral y natural. A pesar de ello, en el Ecuador, como en otros países andinos, el sistema médico indígena sigue siendo una opción válida en las comunidades indígenas y que representa, para el pueblo kichwa, una respuesta a sus males.
Esta alternativa de curación se acompaña de la enorme diversidad de plantas medicinales que nuestra tierra posee, la misma que es aprovechada para diferentes tratamientos; a cada planta medicinal se le atribuye una cualidad intrínseca en cuanto al grado de menor o mayor poder térmico, caliente o frío, para ingerirla hervida, cruda o tostada.
Toronjil, sauco, juyanquilla, verbena o cualquier planta medicinal, siempre estará disponible para aliviar las penas, cólicos, infecciones o dolores musculares. Esta sabiduría milenaria tiene suficientes méritos para que deje de mirarse como elementos ajenos a la medicina tradicional, después de todo, incluso los compuestos químicos de los fármacos que nos medicamos provienen de la naturaleza, de ahí también el interés de muchos investigadores extranjeros por realizar análisis biológicos, para patentar sus descubrimientos. Parteras, curanderos, yachacs, son personajes a los que se les debe atribuir el valor y reconocimiento por mantener viva la sabiduría ancestral; también, a todos quienes vivimos cegados por el occidentalocentrismo, nos hace falta un baño de su sabiduría para comprender un poco mejor acerca de la vitalidad de la que disponemos en el entorno que nos rodea.