Una ‘limpia’ para Ibarra
No es Ibarra ni somos los ibarreños. Nosotros somos gente de honor, de paz, de respeto que históricamente hemos acogido de la mejor manera a los extranjeros. De lo contrario, tantas personas que han llegado nunca se hubiesen quedado y no hubiesen triunfado en este terruño: asiáticos, libaneses, europeos, americanos, colombianos, alemanes, suizos, etc. Un asesinato público y grabado sucedió en Ibarra como pudo haber sucedido en cualquier lugar; fue un maleante venezolano como pudo haber sido un ecuatoriano. Lo que sí es verdad es que una turba de gente desconocida que debe ser identificada termi- nó, como en la edad media, ejecutando una vergonzosa cacería de brujas en contra de ciudadanos venezolanos exhibiendo sus más primitivos instintos, seguramente azuzados por parte interesada; hubo algunos coterráneos que hasta han llegado a alentar y/o justificar esa barbarie.
Ponernos la mano en el pecho y reconocer lo que nos haya fallado es el primer paso para poder entender un restablecimiento ante el mundo, de nuestro nombre como ciudad y como ciudadanos. Que centenares de extranjeros plagaron los parques y avenidas; que dormían donde podían; que buscaban un real para subsistir; que nos hostigaban o robaban provocando total inseguridad; que también vinieron gente maleante, también es verdad; que nunca se averiguó antecedentes y quizá ni les requisaron. Así es pero, para eso estaban las autoridades que poco o nada hicieron por garantizarnos eso precisamente: el principio Constitucional de la Seguridad Interna. No funcionaron y punto. Que por el lado ciudadano muchos lugareños por temor, recelo o egoísmo no hemos sido solidarios ofreciéndoles un real, un pedazo de pan, un techo, una oportunidad para hacerse una chaucha, y que por la fuerza de la circunstancias esas personas se vieron en la necesidad de delinquir, también es cierto. Que determinados medios y video aficionados irresponsables buscando notoriedad subieron filmaciones a redes sociales, se viralizó y resultó un polvorín de dimensión continental imposible de controlar también es verdad. Sin este último elemento, ¿sucedería tal escándalo?
Ibarra no solamente necesita devolverse sino reafirmar esa cultura de paz y sana convivencia que siempre hubo. Necesitamos una ‘limpia’. Recordar que en este mundo de migraciones los nuestros también emigraron y sufrieron. Reconocer que en esta ciudad están asentados valiosísimos extranjeros.