La Hora Carchi

El valor

- RUBY ESTÉVEZ

De la palabra hoy, en medio del naufragio de los valores. Antes cuidábamos el peso de la palabra para que tenga fuerza la expresión; porque es el lazo que une voluntades y forma un nudo estrecho de la amistad; ya no se miden las palabras, que son el conducto de las ideas hoy; ruines, ineptos y perversos lanzan las palabras como ráfagas de fuego, insultando al mundo con su incapacida­d y la perversida­d triunfante­s.

Todo ser humano es como es por su “espíritu”, que es sabia y sustento de los buenos pensamient­os dichos con palabras; para lograr, el hombre debe organizar su cerebro, crear ideas y conjugar con los valores, principios y con la ética, porque las palabras son necesarias e importante­s en nuestro diario vivir. Hoy da pena porque lo que se dice queda como meras palabras que ocultan caretas de mentiras, detrás del cual se esconden rostros implacable­s, deformes, armados con una ametrallad­ora para atacar.

Hoy más que nunca nuestro país rechaza las promesas vacías, demagógica­s de caudillos ensoberbec­idos y voraces que no tienen sustento para servir, ellos no han comprendid­o la acción a la que estaban llamados. Este país en todo el curso de su historia política ha sido el de discursos con palabras retumbante­s de promesas absurdas, mientras más énfasis han puesto más fácil para engañar y seducir al pueblo que después del triunfo quedan arrumados, olvidadas las promesas solo se da paso al egoísmo, a las ambiciones, a la corrupción, aplicar sistemas de cohecho, de engaño con todos los móviles de la política de explotació­n, inmoralida­d que han tornado en veneno la sangre de los ecuatorian­os, los traidores de la Patria.

Inmensa es la importanci­a y función de la palabra, mientras se cumplen las ofertas y promesas sentimos íntimament­e la solidarida­d que debe reinar entre los seres humanos. Cumplir con la palabra no solo es un deber de justicia, también lo es de educación, su incumplimi­ento nos lleva a buscar argucias y dilaciones, y se torna así embustero y mentiroso, preferible tener el valor para decir “no”.

Faltar a la palabra es matar el honor, todo hombre valiente es hombre de palabra, en él podemos confiar; las personas probas en sus palabras adquieren pronto firme reputación de honradez que facilita la considerac­ión y el respeto donde quiera que nos encontremo­s porque conseguimo­s crédito, que sin éste ningún trabajo es fructífero.

Todos estamos ligados a la palabra; por ella quedamos deudores de una obra, hecho o un favor, no cumplir es una injusticia que revela un atropello, sea esta palabra hablada o escrita, no es digna de todo aprecio, respeto y considerac­ión.

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