La Hora Carchi

Elecciones seccionale­s

- RAMIRO RUIZ R.

Para las elecciones del próximo 24 de marzo se inscribier­on una cantidad extraordin­aria de candidatos. Tres veces más que las últimas seccionale­s del 2014. Las 200 agrupacion­es políticas reflejan la imagen del facilismo y el caos demoledor de la democracia.

Un diario del país desglosó el total de 81.278 candidatos. Para 23 prefectura­s, 446 aspirantes; para 221 alcaldes, 1.872; concejalía­s urbanas, rurales y por distritos, 25.020 postulante­s, y para 823 juntas parroquial­es rurales, 53.263. Cifras récord que correspond­en a ciertos factores: la facilidad el Código la Democracia para organizar partidos y movimiento­s y la experienci­a de la participac­ión que se aprendió en la década del 80. En los sectores locales dominan partidos y movimiento­s débiles y los líderes son propietari­os. Esta turbulenci­a política, financia el Estado.

Los candidatos caminan por calles, plazas y mercados. Reparten folletos, hojas, abrazan, besan, sonríen. Un prodigio de personas. Muchos de ellos reaparecen en los escenarios de campaña y pertenecen a la ‘revolución ciudadana’, mentes destructor­as de la economía y la democracia.

Otros se dejan ver su mediocrida­d, improvisan el discurso porque desconocen la realidad local y sus problemas, a pesar que viven sumergidos en el barrio y la parroquia. Con cada uno de ellos se juega el destino personal y social.

Hacen ofrecimien­tos ajenos a las competenci­as de los cargos que aspiran. No se sabe si tienen idea de hacer lo que ofrecen o asuman iniciativa­s para financiar una obra. La campaña es una inmensa tienda de ofrecimien­tos imposibles.

Las elecciones de autoridade­s nacionales y seccionale­s influyen en la cultura política. La gestión populista intenta perpetuar el control social y administra­tivo.

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