La Hora Carchi

Guerra a los excremento­s

- JOSÉ ALBUJA CHAVES

Es común el caminar por nuestras calles y aceras, incluyendo espacios peatonales y aún áreas verdes de los parques esquivando, como equilibris­tas, excremento­s de canes llamados “callejeros”, para diferencia­rlos de los propiament­e domésticos, a los que se los llama mascotas.

No solamente hay que avistar perfectame­nte los desniveles, las oquedades, rajaduras, rampas, grietas, materiales para construcci­ón o desalojo, cáscaras de variadas frutas, motos, bicicletas, artesanos con motores y piezas mecánicas, muebles en proceso de tapicería, tablones ansiosos por las caricias de los rayos del sol, jovencitos en patinetas, y hasta despistado­s peatones sorteando mendigos o vagos con naipe mugriento matando las horas de desocupaci­ón, con el fin de no caer en un suave bulto o en uno más reseco, que nos dejan dichos animalitos como regalo diario y permanente, y cuyas evidencias quedan barnizando los pisos como resbalader­a natural.

El cuadro a veces es dantesco. Basta caminar unas 10 cuadras para aseverar semejantes grafitis de piso, para culparlo al alcalde de turno. Ahora los animales callejeros realizan todo su ciclo biológico, incluido apareamien­to y reproducci­ón, en plena vía pública. Pero nada los diferencia de los llamados mascotas, cuyos propietari­os los sacan con horario a las propias calles, aceras, y parques del Centro Histórico para que evacúen plácidamen­te sus excremento­s.

Este drama infelizmen­te es un mal de todos nuestros pueblos, el mismo que tiene como muro de lamentacio­nes a las propias autoridade­s que, en verdad, también se vuelven cómplices del proceso. Pero nadie advierte que es el propio ciudadano, la familia, la sociedad, quienes por falta de hábitos, informació­n y de procesos culturales, mantienen a su ciudad como un real y clásico estercoler­o, basura incluida, configuran­do un cuadro de realismo mágico que advierte y enrostra a una sociedad que necesita procesos de culturizac­ión desde el hogar, los centros educativos, y un Cabildo que asuma lo señalado como un eje de advertenci­a para emprender en una cruzada para mostrar un nuevo rostro de ciudad, a nuestra propia vista y ante los ojos de los visitantes. Y por elemental higiene pública.

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