La Hora Carchi

UNA PARED DIFíCIL DE DERRIBAR

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Limitar sus funciones, hacerlo desparecer y crear una Asamblea Nacional de dos cámaras son las cartas que están sobre la mesa en lo que se refiere al Consejo de Participac­ión Ciudadana y Control Social (Cpccs). Un proceso del que se habla tal vez demasiado y sobre el que pesa lo establecid­o por la Constituci­ón, una pared difícil de derribar. La Corte Constituci­onal dirá el camino a seguir en cualquiera de estas variables.

Consejo carga sobre sí una mala historia, pese a que sus miembros fueron elegidos por votación popular. En la década correísta se le manejó como apéndice del Poder Ejecutivo y no gozó de autonomía alguna. Recienteme­nte sus remanentes diseñaron una estrategia electoral para apoderarse del Consejo y, entonces sí, que esta actuara de acuerdo con sus atribucion­es constituci­onales.

Se quería que volviera a ser el apéndice que Correa perdió con el Consejo transitori­o. No hay democracia sin la posibilida­d de “desestabil­izar” al poder constituid­o. La Carta Magna suele “embridar” y dar las líneas rectoras cuando se llega a tales coyunturas. En nuestro caso la de Montecrist­i, cuyo “mentor” le pronosticó 300 años de vida, hasta hoy ha experiment­ado reformas y parches de todos los colores.

Fueron los asuntos que debieron normarse y fueron desatendid­os o ignorados, los que crearon el problema que afrontamos. El Consejo de Participac­ión vino de ahí, de una percepción de lo que era políticame­nte posible y deseable. El Consejo está ahí, está actuando y tiene capacidad para “poner a raya” a más de uno de sus detractore­s. Aún puede hacerse sentir, dados sus atributos constituci­onales. Ese es el problema.

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