LA TZANTZA, UN RITUAL PARA QUEDARSE CON EL ALMA DE LA PERSONA
Se trataba de un procedimiento ancestral que imponía respeto entre las tribus que habitaban en la Amazonía ecuatoriana. VICTORIA.
El grupo shuar es conocido desde tiempos remotos como un pueblo guerrero. Son aproximadamente 110 mil habitantes, que están distribuidos en Napo, Pastaza, Morona Santiago, Zamora Chinchipe, Sucumbíos y Orellana.
Por muchos años fueron los únicos habitantes de las selvas Amazónicas de Ecuador, habiendo desarrollado una visión propia del universo: idioma, gastronomía, mitos, música, danza y costumbres, en estrecha relación con la naturaleza.
Fueron afectados por un proceso de aculturación que les ha obligado, poco a poco, a cambiar su forma de vida y el manejo tradicional del bosque por la ganadería, la extracción de madera y la minería.
Entre sus ancestrales costumbres se destacaba la tzantza, un ritual especial que consistía en la reducción de la cabeza de una persona, generalmente del enemigo, que simbolizaba la derrota y la pérdida de poder en el territorio.
El jefe shuar se encargaba de hacer la tzantza totalmente solo, en profunda meditación y ayuno. Los miembros de la tribu vencida pasaban a ser parte de la vencedora, sin que haya repudio o discriminación.
Procedimiento
En el texto ‘Shuar, pueblo de las cascadas sagradas’ se menciona que para la reducción de la cabeza, los shuaras primero cortaban la cabeza de su adversario. Luego, con un cuchillo, hacían un corte desde la nuca hasta cuello, tiraban de la piel y la desprendían del cráneo, desechando el cerebro, los ojos y las otras partes blandas, además de los huesos.
Introducían la piel en agua hirviendo durante 15 minutos, junto con el jugo de liana y otras hojas, lo cual evitaba el desprendimiento del cabello. Una vez seca, raspaban la piel por dentro para quitar los restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción; finalmente la frotaban por dentro y por fuera con aceite de carapa (planta).
También cosían los ojos y la boca, quedando la cabeza como una bolsa, a la cual introducían una piedra del tamaño de un puño o el volumen equivalente en arena caliente. Finalmente, la colgaban sobre el fuego para disecarla poco a poco con el humo, a la vez que iban dando forma al cuero con una piedra caliente.
Luego de terminado el proceso, la cabeza reducida quedaba del tamaño aproximado a un puño, es decir, la tercera o cuarta parte de su dimensión original.
Convicción
Los shuaras creen en tres almas o espíritus distintos, que son parte de la personalidad de un hombre: en primer lugar está el wakani, que es el alma que sobrevive tras la muerte; el aru-
tam, que es la esencia de la vida y la protectora de la muerte; y el muisak, el alma vengadora que se levanta tras la destrucción del arutam para vengar su caída.
El ritual de la tzantza se enfocaba en vencer al muisak, pues con ella se prevenía que el alma asesine al jefe triunfador en la batalla.
Pero otra parte, con fines religiosos, los guerreros shuaras reducían la cabeza de los más sabios de la aldea con el objetivo de guardar sus conocimientos y mantener su espíritu en la tribu.
Por esto, la finalidad de este ritual era la de mantener el conocimiento en el grupo, ya sea para evitar una posible venganza desde ‘el más allá’ por parte de sus enemigos o para mantener cerca a los difuntos del grupo. En ambos casos, al reducir una cabeza, la aldea se aseguraba de quedarse con el espíritu de la persona.
Otro aspecto fundamental era el del prestigio: cuantas más cabezas tenía un guerrero, mejor reputación poseía, puesto que implicaba que era un guerrero victorioso.