Fin al estancamiento
No queremos más cleptocorreismo y continuamos sometidos a la Constitución correísta, carta magna del totalitarismo. Se instituyó un presidencialismo absoluto, totalitario, despótico e impune, es decir, retrocedimos en democracia y transparencia, aunque se creó la Función de Transparencia y Control Social, que es justamente la herramienta del totalitarismo. Estamos estancados entre la ira y la esperanza, sin poder reivindicar ninguna acción moralizadora. El laberinto normativo que impuso la Constitución de Montecristi ampara la impunidad, impide la moralización y salpica la democracia. La Constitución de Montecristi es totalitarista, retrógrada y letal para la república, pero no hay consenso para una Asamblea Constituyente. Hay un temor inexplicable, porque sí existe una salida digna y democrática. Ya se escuchan muchas voces sensatas y patriotas para realizar una consulta popular o referéndum para poner en vigencia la Constitución de 1998, sin duda la mejor de nuestra vida republicana. Es viable esta propuesta que, por ser inédita, no requiere de ningún informe ni autorización del actual orden, solo de la voluntad popular. La clave está en la transición, para lo cual se podría facultar al Ejecutivo, proponente, para que en un término de 18 meses, extensible a 24 meses, consolide la transición con el aporte de dos Comisiones Jurídicas: A) una Comisión Jurídico-Legislativa que expida, reforme o derogue las normas necesarias; y, B) una Comisión Jurídico-Constituyente que elabore reformas a la Constitución de 1998 para flexibilizarla, dinamizarla en función de un presidencialismo moderno y debidamente controlado. En todo caso, el tiempo y la paciencia apremian.